Creo
que, casi desde que tengo uso de razón, han sido las montañas para mí un
refugio y una liberación, por eso quiero compartir, a modo de agradecimiento a
todos los que me habéis mostrado gratitud por mi trabajo, una foto y el momento
que ella encierra.
Gracias
por vuestras palabras.
Ayer
hizo doce años. Acampamos en el collado de Cerbillona, en el macizo del
Vignemale, a 3196 metros de altitud. Después de cenar, subimos a ver el
atardecer al pic del Clolt de la Hount, muy próximo a donde teníamos la tienda.
Desde
sus 3254 metros vimos ponerse el sol. Vimos cómo la noche ascendía lentamente
desde el fondo de los valles cubiertos de brumas, y cómo la luz, tiñendo las
montañas, se retiraba hacia el oeste.
El
momento fue mágico. Pepe, Pepín y yo contemplábamos en silencio. Hacía frío.
Nos sabíamos solos allá arriba. En el límite de la tierra de los hombres. Entre
la tierra y el cielo.
Y es
en esos momentos cuando sientes que todo ocupa su verdadero lugar. Lo
verdaderamente importante, a menudo oculto y olvidado, brilla con luz propia, y
lo anecdótico, lo circunstancial, lo pasajero, se disuelve, se desvanece. Y así, vuelves limpio al valle.
Un
cielo cuajado de millones de estrellas y un viento recio, que se levantó a la
media noche, acunaron nuestro sueño.
No muy lejos de allí desde la cima del perdiguero puede contemplar el mismo atardecer que fue sublime, con un mar de nubes infinito en la vertiente norte. Que horizontes lejanos ardientes y puros como todos los que te quedan todavía por recorrer y que espero compartir alguno contigo
ResponderEliminarDesde Benasque, gracias por tu comentario y tu deseo, que es mutuo.
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