Amigo Juancho:
Cuando
has escrito en Facebook: “Gracias Jesús
por llevarme contigo a las montañas cuando yo tan sólo tenía 13 años. Gracias
por todo lo que me has enseñado, por haberme hecho partícipe de tu pasión -que
también es la mía-, la de disfrutar de las montañas cuidando la naturaleza y
respetándola en todas sus vertientes”.
Y
cuando luego has escrito también, “y
gracias Diego por este “finde” montañero, que seguro no será el último. ¡Has
superado con nota el curso de iniciación al montañismo!” estabas, quizá sin
saberlo, respondiendo a una de las más profundas inquietudes de Russell que es
también una de mis inquietudes “existenciales”.
Dice
en su libro Recuerdos de un montañero,
“Si mis exploraciones han sido inútiles a
la ciencia, que se me permita decir, en mi defensa, que es por mí, y no por los
demás que me he dedicado a esto. Era una vocación; la he seguido.”
Yo,
parafraseándolo, podría decir, si mis ascensiones han sido inútiles a la
ciencia, y no solo a ella, sino a todo lo demás, que se me permita decir, en mi
defensa, que es por mí, y no por los demás que he dedicado gran parte de mi
vida a esto. Era una vocación; la he seguido.
Y ha
sucedido que, siguiendo esta vocación que sentí ya desde muy niño, he
encontrado un sentido a la vida, un camino a la felicidad que, al colmarme
plenamente, me ha llevado a compartirlo con los demás.
Yo he
sido y soy feliz en las montañas. Y compartir esa felicidad con toda esa gente
que la vida a puesto en mi camino y a la que quiero, es un impulso natural al
que doy rienda suelta y que me llena de satisfacción y secreto orgullo.
Por
eso Juancho, cuando he visto la intensa alegría con la que has vivido el
encuentro de tu hijo con la montaña, justo 25 años después de tu primer tresmil
¡y qué primer tresmil!, me haces sentir muy feliz.
Me
alegro mucho por Diego, tu hijo; por ti, mi amigo; y por mí mismo, porque me
dices con tus palabras que mi amor a las montañas no ha sido estéril, no ha
acabado en mí, sino que ha dado fruto. Y pensar que esa felicidad, ese
bienestar, esa paz que yo he encontrado allá arriba, tú también la has
descubierto y se la has regalado, gozoso, a tu hijo, es para mí un regalo que
me llena de intensa satisfacción. De verdad.
Hago
plenamente mías las palabras de Russell justificando su vocación montañera, “No me arrepiento; es con la mano en la
conciencia y en el corazón que yo puedo
gritar ¡que sean tres veces bendecidas, las horas y los años que he pasado en
estas regiones serenas y luminosas de donde siempre se vuelve más puro y más
feliz. Han sido las más puras y las más inocentes de mi vida!”
Y tú
has llevado a tu hijo allí, a esas regiones serenas y luminosas, a donde yo te
llevé hace ya muchos años. Y habéis vuelto, como diría el conde, más puros y
más felices. ¡Qué más puedo pedir!
NOTAS:
1ª Me he permitido, ya has
visto, publicar en esta entrada, una foto tuya, cuando acampamos en la Pleta de
la Vall.
2ª Me voy a permitir también
publicar, este miércoles, las fotos que hice el 13 de julio de 1991, cuando se
cumplirán 25 años de la ascensión al Balaitús.Acampada en la Pleta de la Vall. ¿Te acuerdas? |
"Torrá" en Remuñe. ¡Qué tiempos aquellos! |
No hay comentarios:
Publicar un comentario