Es
normal y bueno que aquello que nos gusta queramos compartirlo con la gente a la
que queremos. Y parece que cuando lo hacemos nos guste más todavía.
Y
además, si aquello que nos gusta sabemos que es bello, que es bueno, que tiene
sentido de verdad para nosotros, la satisfacción de compartirlo es aún mayor.
Y esto
es lo que le ha pasado a mi amigo Jose. A ti y a tu hijo va dedicada esta
entrada que pensé escribir en cuanto enviaste a Isabel esas fotos de vuestra
ascensión al Taillon. No he podido hacerlo antes. Mis “obligaciones” montañeras
no me dejan un minuto libre.
Hace
ya tiempo, tuve el privilegio de verte descubrir los Pirineos. Primero te
impresionaron, incluso creo que te dieron algo de miedo. Luego fuiste entrando
en ellos despacito, con humildad. Finalmente te entregaste entero, en cuerpo y
alma.
Lo
tuyo se pareció mucho a un bañista que se acerca a la orilla, contempla el mar
y…
entra despacio,
temeroso, con mucho amor y
recelo al agua,
introduce primero sus pies en
la espuma,
y siente el agua subirle, y ya
se atreve, y casi ya se decide.
Y ahora con el agua en la
cintura todavía no se confía.
Pero él extiende sus brazos,
abre al fin sus dos brazos y se entrega completo.
Y allí fuerte se reconoce, y
se crece y se lanza,
y avanza y levanta espumas, y
salta y confía,
y hiende y late en las aguas
vivas, y canta, y es joven.
Eso te
pasó a ti con las montañas. ¡Qué bien lo describe Vicente Aleixandre, en su
poema En la plaza!
Y
claro, el paso siguiente ha sido compartir esa experiencia con una de las
personas que más quieres en el mundo, con tu hijo Fran. Le has llevado de la
mano a ese mundo maravilloso que tanto amamos. Y has sido feliz viéndole a él
feliz.
El
Taillon, su primer tresmil con seis añitos. La marcha de aproximación, la noche
en el refugio, el asalto a la cima. Mochila, cantimplora, algo de comida, cuerda, crampones, piolet, la ropa de
abrigo…
Y
luego la victoria. La victoria sobre uno mismo, no sobre la montaña. La montaña
es invencible, aunque la “conquistemos” mil veces. La victoria siempre es sobre
nosotros. Y el goce de la contemplación del mundo desde allá arriba, de esa
satisfacción íntima de haberlo logrado, de los “placeres mundanos” de regreso
al valle, que también tienen su sitio.
Todo
esto y más le has enseñado a Fran. Sigue enseñándole, acompañándole, ofrécele
ser tu compañero de cordada, tu mejor compañero de cordada. Y pronto a Marta.
Sea ella también tu mejor compañera de cordada. Y con lnma, los cuatro juntos,
sed felices en las montañas largos años.
Toda
una vida por delante. Yo ya tengo una vida por detrás digamos que considerable,
por eso, y ahora te hablo a ti, Fran, ¡qué sana envidia me das! ¡Cuántas
jornadas montañeras te esperan! Vívelas a tope, disfruta, sé feliz. ¡Ojalá esa
semilla que tu padre ha sembrado en ti crezca vigorosa! Compártela con tu
hermana y agradéceselo también a mamá, que es feliz, como papá, en las
montañas.
¡Enhorabuena
chaval! De verdad. ¡Enhorabuena a todos!
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