El
Corpus de este año nos ha regalado el triste espectáculo de esta España
irredenta que parece no salir nunca de ese círculo vicioso, autodestructivo,
que tuvo su culmen en la Guerra Civil, tan presente todavía en nuestra
sociedad.
Han
sido Sagunto y Náquera los protagonistas por motivos exactamente contrarios.
En el
caso del primero, por la anacrónica y absurda negativa del ayuntamiento socialista
de no prohibir el aparcamiento en el itinerario de la procesión pese a haber
sido solicitado en tiempo y forma.
Habría
que recordarles a estos señores que la Constitución estableció la libertad
religiosa. Que una procesión es, en términos civiles, una manifestación que
igual que cualquier otra, previa la tramitación pertinente, debe ser facilitada
por la autoridad siempre que no vaya contra la ley. Que además la procesión del
Corpus no solo tiene una dimensión religiosa, sino también cultural e histórica,
y más en Sagunto. Y que un alcalde es alcalde de todos, no solo de los suyos.
Es el
anticlericalismo casposo e irritante, fuera de tiempo y lugar, que determinados
sectores de la llamada izquierda se resisten a abandonar mostrando su escaso
talante democrático y, paradójicamente, su atroz conservadurismo.
En el
segundo, Náquera, ayuntamiento gobernado por Vox, no se les ocurre otra cosa
que montar en la sede del partido un altar. Es tradicional en esta procesión
montar algunos altares en domicilios particulares en los que descansa la
custodia y se rezan unas oraciones. Pienso además que el cura párroco, nuevo en
la localidad, no era sabedor del significado y las consecuencias de ese altar.
Habría
que recordarles a estos señores que no tienen ningún derecho a identificar su
ideología con la fe. Afortunadamente, hay millones de personas que en las
antípodas de lo que llaman derechas, viven su fe en una vida profundamente
religiosa. No son “los de derechas” quienes tienen que cuidarla ni erigirse
como garantes del mensaje del Evangelio. Eso es cosa de la Iglesia, como
institución y como pueblo de Dios.
Es la derecha que durante demasiados años se ha identificado con la Iglesia creando en muchos momentos de la historia una alianza con el estado y el poder establecido absolutamente ajena al Evangelio por la que además, dicho sea de paso, ha pagado y sigue pagando un alto precio.
Malestar
en ambas localidades y tensión entre los vecinos, es lo que provocan estos
desatinos, amplificados, cómo no, por unos medios de comunicación ansiosos de
escarbar en la heridas desde sus servidumbres ideológicas.
Triste
panorama este que una vez más nos muestra en toda su crudeza esa España, como
he dicho al principio, irredenta, anclada en el pasado, incapaz de encarar el
futuro con altura de miras, incapaz de progresar de verdad, porque el progreso,
del que tanto hablan algunos, en esta historia no está ni en Sagunto ni en
Náquera, está en la inmensa mayoría a la que todo esto nos produce una inmensa
pena, y hasta nos da miedo. Ahí está el verdadero progreso.
Según
la RAE.
Irredento,
ta
Del
it. irredento, y este de in- 'in-2' y redento, part. de redimere 'redimir', en
lat. redemptus.
1.
adj. Dicho especialmente del territorio que una nación pretende anexionarse por
razones históricas, de lengua, raza, etc.: Que permanece sin redimir.
2.
adj. Dicho de una persona o de una cosa: Que se mantiene o persiste sin
cambios.
Sin.:
Incorregible, empedernido, impenitente.
78 litros en 267 días.
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