Me da
escalofríos ver con qué naturalidad y cotidianeidad los medios de comunicación
nos hablan, día sí, día también, de la al parecer inevitable tercera guerra
mundial. Es como si nos estuvieran preparando para que cuando llegue no nos
pille de sorpresa.
Rearme,
milis de nuevo obligatorias, maniobras, declaraciones cruzadas, reclutamientos
a la vista… Tambores de guerra.
Creo
que falta rigor y seriedad y sobra sensacionalismo en una historia que, si bien
puede acabar en una tragedia colectiva inimaginable, debe estar orientada a que
tal tragedia no ocurra y no a una insensata aceptación de lo inevitable, porque
sí es evitable.
La
guerra es la negación frontal y rotunda, sin paliativos, de la vida; la
negación de la dignidad del ser humano y de su libertad. Esté más o menos
justificada, llegar ahí, a matarnos unos a otros, es la prueba de que en el
fondo, la vida de todos y cada uno de nosotros no tiene en verdad el valor que
creemos que tiene, que necesitamos creer que tiene para poder dormir
tranquilos.
Y es
cierto. Y da miedo, mucho miedo pensarlo.
En una
sociedad secularizada, sin Dios alguno, la inviolabilidad de la vida de las
personas es simplemente fruto de un acuerdo, de una convención, y está recogida
en la Declaración Universal de Derechos Humanos. Y como todo acuerdo, es
revocable y tiene su letra pequeña. Eso explica la lógica de la guerra. Los
acuerdos pueden no ser vinculantes en según que circunstancias.
Desde
una perspectiva religiosa la vida es sagrada porque es un don de la divinidad
del que no somos dueños, ni de la nuestra ni de la de los demás. Y eso no lo
podemos tocar, aunque a lo largo de la historia, por erróneas interpretaciones,
se hayan cometido y se cometan, bárbaros crímenes en nombre de Dios. Otra
explicación de la lógica de la guerra. La interpretación de la supuesta
voluntad de Dios.
Y
cuando se juntan ambas lógicas…
Pero
también existe la lógica de la paz.
A día
de hoy, el papa Francisco y líderes de otras religiones, claman constantemente
por la paz, junto a líderes políticos y millones de personas. Porque sea por
convención o por una autoridad trascendente, la vida, nuestras vidas, son
inviolables y sagradas.
Y en
esas estamos. La Declaración Universal de derechos humanos dice:
Todo
individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona.
Artículo 3.
La
Biblia dice:
No
matarás. Quinto mandamiento.
Y esta
es la lógica de la paz. Un acuerdo entre todos los humanos refrendado por una
trascendencia que desde la religión llamamos Dios, y que en cristiano tiene el
rostro de Cristo que nos dijo con su vida, con su muerte y con su resurrección que
ese Dios es amor.
Que Dios
está en las antípodas de la guerra.
78 litros en 263 días.
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