El año
pasado no hubo primavera. A un otoño e invierno insípidos le sucedió un verano
suave que fue cogiendo fuerza hasta hacerse insoportable, como viene siendo ya
habitual. La sequía causaba estragos en campos y montes. Muchas cosechas se
perdían, los pinos se secaban, no manaban las fuentes y no hubo flores.
Este
año está siendo diferente. Llovió de mala manera, de muy mala manera en otoño,
y el invierno se despide con nuevas lluvias que, sin ser tan destructivas,
también están causando problemas y sobre todo, generando mucho miedo.
Pero
tras la tempestad viene la calma y cuando pase todo esto, la naturaleza, que
nos está haciendo sufrir otra vez, nos regalará una primavera esplendorosa,
como hace años que no teníamos.
Ya
antes de este temporal empezaba a apuntar la vida en forma de flores. Los
almendros, los primeros, y con ellos, jaras, amapolas, narcisos, lirios,
jaramago…
Comparto
unas cuantas fotos de flores hechas unos días antes del temporal. Son como un
signo de esperanza, como la promesa de que la vida volverá, “de que es la vida más
que la muerte la que no tiene límites”, como escribe García Márquez casi al
final de su novela El amor en los tiempos
del cólera.
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