"Incluso
la dinamita es benéfica cuando sirve para defender lo que debiera ser protegido
o para destruir lo que destruye, en el caso de que el legislador demasiado
débil, ciego o complaciente falta a su misión".
Este
texto del libro, La montaña y el hombre, publicado en 1977, del escritor y
montañero francés Georges Sonnier, no es apología del terrorismo, aunque lo pueda parecer; expresa lo que
él, como yo, y como otros muchos, sentimos cuando vemos, impotentes, como los
atentados contra la naturaleza se suceden sin que nadie haga nada por
detenerlos.
Irrita,
indigna, enfada. Y más aún hoy, casi cincuenta años después de que fueran
escritas estas palabras, cuando la palabra sostenibilidad ni la oíamos, resulta
vergonzoso que cuando más se habla de ella, continuemos impulsando y promocionando, incluso inventando actividades absolutamente insostenibles.
El
cinismo y la incoherencia elevados a su máxima expresión.
Estoy
hablando de la decisión del Gobierno Valenciano de abrir a las bicicletas de
montaña los territorios protegidos desde hoy, 1 de julio, cuando lo que habría que hacer es regular
el acceso de estos vehículos a cualquier entorno natural, prohibiendo
explícitamente el tránsito por los senderos estén donde estén.
Las
bicis de montaña, con o sin motor, rompen los senderos. Esto es un hecho
evidente e irrefutable. No hay más que salir al monte y verlo. La rueda hace un
surco que el agua agranda. En pocos años, un sendero centenario se convierte en
una zanja difícilmente transitable.
Quien
no quiere ver esto es el que solo piensa en su propia diversión o quien atisba
dinero tras esta actividad en expansión explosiva. Ambos han presionado a los
políticos que han cedido ante peñas, algunos ayuntamientos y la federación. A
ninguno de ellos les importa un bledo el medio ambiente, mientras la palabra
sostenibilidad la siguen utilizando con un cinismo hiriente.
Escuché
los argumentos que dieron para el cambio de legislación. El primero, que las
restricciones del acceso de las bicis al medio natural eran unas medidas sectarias. No lo entendí. No logré ver a qué secta se referían, porque los
ecologistas, en esta historia, callan y miran a otra parte. Y si no son ellos,
¿Quién? el ku klux klan.
Luego
se atrevieron a decir que el tránsito de estos vehículos debería hacerse sin perjudicar
el entorno por el que discurren, lo cual es una solemne imbecilidad. Es como
decir que puedo apuñalar al vecino siempre y cuando no le haga daño. Porque el
problema es que las BTT rompen los senderos, siempre, y en poco tiempo. Y
alteran el entorno por el que pasan. Erosión, ruidos, basura…
Podríamos,
intentar al menos, con educación, evitar los ruidos, en el monte no se grita; la
basura, no tires nada, llévate los envases vacíos; e incluso concienciar de que
el que anda tiene prioridad absoluta en el sendero. Sí, esto se podría hacer,
pero este no es el problema. El problema es la erosión y la alteración de los
ecosistemas. Y la única forma de evitar esto es la prohibición de las BTT en
todos los senderos.
Aquí
tenemos un caso de legislador, ciego, débil y complaciente que sucumbe ante la presión brutal
de los agentes de una actividad deportiva insostenible y en expansión en el medio
natural. Y también vemos el silencio cómplice de quienes deberían alzar la voz en defensa de la
naturaleza y en concreto de la montaña, ecologistas y federación, que prefieren
no mancharse en este barro, ellos sabrán por qué.
Estoy
seguro de que igual que la acampada libre se prohibió porque era del todo
insostenible, el acceso de las BTT a los senderos y territorios protegidos
también se prohibirá, pero para entonces se habrá hecho, mucho, muchísimo daño,
en ocasiones irreversible.
Ni la
dinamita, ni cruzar troncos o cuerdas, ni clavos en los senderos. Nunca la
violencia ha servido para nada, como no sea para generar más violencia. A la
violencia que para las montañas suponen las BTT fuera de pistas y caminos, no
debemos responder con violencia, sino con la palabra, como estoy haciendo yo
ahora. Y echándole imaginación al asunto. Quien crea que esto que he dicho es
verdad, que levante la voz, donde sea, cuando sea. Callar es ser cómplice.
Cuando hay agresor y agredido, el silencio es agresión. Nuestra dinamita ha de ser la palabra.
Y
después de todo, cuando hablo de estas cosas que tanto me duelen, siempre llego
a la misma conclusión. “que me quiten lo bailao”. Durante años gocé de unas
montañas, allá y aquí, limpias y libres, solitarias; montañeses, montañeros,
cazadores y poco más. Y las amé ya desde niño.
Por
muy bien que vayan las cosas, al filo de los setenta, ya no me queda tanto
tiempo de seguir gozándolas. Y sigo gozándolas, pues las conozco de tal manera
que puedo pasarme jornadas enteras sin encontrarme con nadie en pleno mes de
agosto. ¿Por qué entonces me duele tanto cuando veo una bici por un sendero, o
una carrera de montaña masiva donde todos corren sin ver?
Porque
duele que hagan daño a lo que amas, y por las generaciones venideras que nunca
podrán disfrutar lo que yo pude y aún puedo disfrutar, casi como un furtivo.
La
naturaleza y los que vienen detrás. Eso me duele.
Aquí veréis fotos de senderos rotos por las BTT.
En estas fotos, algo peor. Cuando van a campo través empiezan como en la primera foto y acaban como en la segunda.
Y para acabar la inevitable basura que también podría ser de corredores. Esto, con educación se podría controlar. Lo otro no.