Hoy es tu
primer día libre este verano, buen amigo. Hoy, tu tiempo vuelve a ser más o
menos tuyo. Se acabó. Me alegro por ti, me alegro mucho, de verdad.
Pero me
indigna y me da rabia lo que te ha pasado, me da mucha rabia. Salió
convocatoria para tribunales de oposición y tú no te presentaste. No te
interesaba, no querías. De tu colegio, se presentaron siete. Y te eligieron a
ti, y aún hubo quien te dio la enhorabuena.
No lo entiendo.
No lo entiendo como no sea desde la perspectiva de que quien paga manda, y eso
le da derecho a putear, a abusar, a avasallar; como no sea desde la perspectiva
del placer morboso y enfermizo que a mucha gente con autoridad le produce actuar
sobre la vida de los demás; como no sea desde la perspectiva de una burocracia
torpe y estúpida; como la causa no sea, en fin, una mezcla malsana y
nauseabunda de las tres anteriores.
No lo
entiendo. Vamos a ver. Hay personas a la que les gustan esas cosas, o a las que
aunque no les gusten, les resultan útiles, y se ofrecen. ¿Por qué no aceptar su
ofrecimiento, siempre y cuando cumplan unos criterios previamente establecidos?
Y eso sí, asumiendo todos que si con los “voluntarios” no se cubren plazas,
cualquiera podría ser “víctima”, y así habría que aceptarlo. Eso sería lógico y
justo.
¿Por qué de
siete que se ofrecen no eligen a ninguno y sí a uno que no lo ha hecho? Por qué
joroban así a todos.
Estas cosas me
dan miedo. Me recuerdan hasta qué punto es vulnerable nuestra libertad, y cuánta
gente hay que se cree con la autoridad suficiente para manipular nuestra vida,
robarnos nuestro tiempo y llevarnos en nombre del bien común y de la
legalidad vigente, por donde a ellos se les antoja. ¡Qué miedo!
Al final
conseguirán, que a la vejez, me haga anarquista. ¡Ya está bien, hombre, ya está
bien! Lo que este año le habéis hecho a mi amigo no os lo perdono. Una cosa más
que no os perdono.
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