![]() |
Esta granjita podría estar bien. La casita de la izquierda sería el secadero. |
Me
decía el otro día alguien, y con toda la razón del mundo, que todo lo que
estaba pasando en España le daba hasta ganas de llorar. Y se veía que era
verdad. Lo decía con la palabra y con los ojos. Y lo decía desde el
conocimiento de la historia y desde el conocimiento de nuestro complejo y
tristísimo momento actual.
La
corrupción de muchos de nuestros políticos abruma. Genera asco y provoca
náuseas a cualquier ciudadano de a pie que intente ser honrado y vivir con
dignidad y en paz.
La
corrupción destruye, acaba destruyéndolo todo. Pero cuidado, no sólo existe la
corrupción económica. También existe la corrupción ideológica. Y es tan
peligrosa como la primera. Y hay quien no la ve… Cuando se juntan las dos, lo
que suele suceder, acaban reventado el estado de derecho.
Todo
político, para poder gestionar bien a la sociedad a la que sirve, debería
mantenerse alejado de ambos tipos de corrupción. Debería huir de la gente que
la trasmite como de la peste. Porque son una peste, tanto unos como otros.
La
corrupción económica convierte al que cae en ella en ladrón. Y un ladrón puede
gestionar bien sólo hasta cierto punto, porque su gestión tiene siempre unos
dividendos ocultos, que no le pertenecen en modo alguno, pero que revierten en
su exclusivo y personal beneficio. El dinero del que ilícitamente se apropia es
de otros, que se quedan sin él. Esta corrupción cuando se detecta, acaba en los
tribunales y en la cárcel. Y así debe ser.
La
corrupción ideológica convierte al que cae en ella en un tirano, en el típico “salvador
de la patria”. Esta clase de políticos se visten de oveja hasta que llegan al
poder. Pero cuando lo huelen próximo y más cuando se instalan en él, sale el
lobo que había oculto. Mi ideología por encima de todo. Yo, y sólo yo, sé lo
que necesita este país. Todos bailarán al son que yo toque. La realidad es mi
realidad. No hay otra realidad a considerar. Esta corrupción no es tan fácil de
detectar y, a veces, no siempre, acaba en el poder.
Cierto,
nos abruma la corrupción. Pero toda corrupción. Por eso está siendo tan difícil
que se pongan de acuerdo nuestros políticos en formar un gobierno. Por eso.
En
otro país sin tantos ladrones, sin tantos “salvadores de la patria”, en otro
país menos corrupto, que los hay, hace tiempo que tendríamos gobierno. Se habrían puesto de acuerdo los distintos
partidos, al menos en lo básico, sin excluir de las negociaciones a nadie, pues
todos tienen detrás ciudadanos que les han dado su confianza. Se consolidarían
los aciertos, que los ha habido, del anterior gobierno, y un nuevo gobierno
seguiría construyendo un país cada vez mejor, ¿por qué no? Y miraríamos el
futuro sin miedo.
Es
muy fácil. Perseguir, localizar y encarcelar a los ladrones y más allá de
ideologías trasnochadas o imposibles, analizar la realidad, pensar en el bien
común, no en el de mi partido, y dialogar, dialogar entre todos, sin excepción,
por el bien del país entero.
Pero
eso, en España, no es posible. A la vista está. ¡Qué triste! Claro que da ganas
de llorar. Y de largarme, como digo últimamente, a montarme un secadero de
jamones en Islandia. Los jamones no roban, no tienen ideología, y están buenos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario