Regentar
bien un bar o un restaurante no es tarea fácil, y no todo el mundo sabe
hacerlo. Comida buena y variada, servicio ágil, ambiente agradable, atención
amable y precio razonable son cinco aspectos que no son fáciles de conjugar.
¡Pero
qué a gusto salimos de comer o cenar cuando se han dado estas cinco
condiciones! ¡Y cómo nos gusta volver en cuanto el tiempo y el bolsillo lo
permiten!
Ya he
dedicado en este blog entradas a algunos de estos establecimientos del Pirineo
que bien lo merecen. El restaurante El Fogaril, del hotel Ciria, en Benasque,
el bar Subordán en Hecho, el Kanguro truchero en Pineta, pero hoy quiero rendir
sentido y gastronómico homenaje a los bares y restaurantes del valle de Tena
que han sido lugar de placentero reposo y de reposición de fuerzas durante este
mes de agosto.
De
abajo arriba, empezaré por Biescas. Allí podéis encontrar, casi uno enfrente
del otro, el Gouda y el Tiki. El risotto con setas y foie del primero y las
carrilleras de ternera del segundo son sublimes, aparte de la gran variedad de
tapas que ofrecen.
Remontando
el valle, en Tramacastilla de Tena, podremos tomar un aperitivo, comer o cenar
en el Lavedán. También sorprendente variedad de tapas. No hay que perdérselas.
Para cenar, el cordero asado me pareció buenísimo.
Valle
arriba, llegaremos a Panticosa, donde en un rinconcito escondido, pero bien
conocido por los “gastroentendidos” dirán ahora, nos encontraremos con el
asador San Pietro, donde podremos degustar, entre otros manjares, exquisitos solomillos,
chuletones, secretos, chuletas de cordero y demás buenas carnes, a la brasa.
Si
seguimos subiendo, en Sallent de Gállego, a la entrada del pueblo, toparemos
con el bar Willy. Toda una gozada en tapas, platos combinados y raciones. A
destacar la tosta de foie con manzana caramelizada. No hay que perderse tampoco
un gin tonic o un mojito en su recoleta terracita trasera.
En el
mismo Sallent, cogiendo una estrecha carreterita que se interna en el precioso
valle de Aguas Limpias, llegaremos al asador de Lasarra, junto al embalse
homónimo. De nuevo, buenas carnes a la brasa y el lujo de comer junto al río,
rodeados de frondosa vegetación. Allí nunca hace calor.
Y para
acabar, lleguémonos hasta el Portalet, y en la misma frontera con Francia, a
casi 1800 metros, el Petruso nos sorprenderá con una original y sabrosa carta, y
una cuidada presentación.
Hay
más, claro, donde también se come bien o muy bien. Algunos, conocidos, otros por
descubrir, pero estos que he citado son los que más solemos frecuentar cuando
vamos por allí y los que este verano han sido para nosotros los lugares "mágicos" donde hemos reconfortado nuestros cuerpos, y ¿por qué no?, nuestras almas.
Todos
son diferentes, tienen estilos distintos, pero todos cumplen esas cinco
condiciones en mayor o menor medida, que hacen que salgamos muy satisfechos y
con ganas de volver.
A
todos los que en ellos trabajan, y duro, nuestro más profundo agradecimiento por sus servicios, y nuestra sincera admiración por el trabajo bien hecho.
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