Este
cielo gris, esta llovizna que mucho molesta y para poco sirve, el fresco, casi
frío del ambiente húmedo no hacen de hoy lo que cabría esperar de un Domingo de
Pascua. La fiesta de la Luz y de la Vida, de la alegría contagiosa y el gozo
desbordante.
Es un
día tristón.
Sin
embargo hoy es Pascua. El triunfo definitivo del Señor sobre la muerte. Sobre
todas las muertes de ayer, de hoy y de mañana. Dios Padre le ha dado la razón a
Jesús. Él es el Camino. Él es la Verdad. Él es la Vida.
Pero
hoy es un día tristón.
Y como
tantas veces nos pasa, lo inmediato, lo tangible, nos oculta realidades
superiores. Los árboles nos ocultan el bosque. Las nubes, el cielo azul. Pero
hay bosque, hay cielo azul. Un bosque henchido de vida. Un cielo azul lleno de
luz.
Y eso
deseamos todos, muchos quizá sin saberlo. Desde que el hombre es hombre. Y en
la Pascua celebramos que ya el camino está abierto, aunque nos parezca
demasiado bonito. Lo es, es demasiado bonito para ser verdad. La fe nos dice
que es verdad.
Recuerdo
hoy, escribiendo estas líneas, afectado todavía por un virus estomacal que tuvo
a bien visitarme anoche, un día en los Alpes en el que cogimos un teleférico.
Era grande, iríamos unas 30 personas. En el valle llovía, y ascendíamos entre
una niebla oscura y compacta. Pero en un momento, salimos por encima de ella
apareciendo bajo nosotros un inmenso mar de nubes del que sobresalían cientos
de cimas nevadas bajo el cielo de un azul intenso y luminoso.
La
gente rompió a aplaudir espontáneamente. Aún hoy me emociono al recordar aquel
momento porque vi que no solo aplaudíamos por la belleza apabullante del
paisaje, sino porque, quien más y quien menos espera en su vida salir por
encima de las nubes que tan a menudo envuelven nuestras vidas.
Y eso
es lo que hoy celebramos. Que a eso estamos llamados. Que esa es la voluntad de
Dios para nosotros.
Sí,
hoy es un día tristón, pero por encima de estas nubes el cielo está azul.
¡¡Feliz
Pascua!!
64 litros en 201 días.
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