Más
allá de la indiferencia y de la tradición, vacaciones y folclore, empezamos
hoy, Domingo de Ramos, la semana más importante para los cristianos. Y la
empezamos con el relato de una humillación desconcertante y un fracaso rotundo.
No
acabará así, pero así comienza. Y hay que dejar claro que este comienzo es
histórico. No así el final, que trasciende a la historia. Porque el comienzo es
cosa nuestra. El final, no.
*Cristo,
a pesar de su condición divina no hizo alarde de su categoría de Dios, al
contrario, se despojó de su rango y tomo la condición de esclavo pasando por
uno de tantos…
La
absoluta humillación. Uno de tantos. Lo que nadie queremos ser, uno de tantos. Queremos
destacar, brillar, triunfar, tener éxito, que se nos vea, se nos admire, se nos
escuche, se nos reconozca, se nos agradezca, que se cuente con nosotros, que se
nos arrope…
*Y así,
actuando como un hombre cualquiera se rebajó hasta someterse incluso a la
muerte, y una muerte de cruz…
El
fracaso total. Da igual lo que hayas hecho, como lo hayas hecho, por qué lo
hayas hecho. Dicen de Él que pasó haciendo el bien, pero qué más da. Molesta,
interpela demasiado. Y es fácil manipular, trasformar los ramos y los hosannas
en gritos de odio. Es fácil. Porque después de todo, ¿qué es la verdad? Lo que
dicen los que mandan, esa es la verdad.
El
Domingo de Ramos nos indica un camino por el que nadie queremos andar. Nos
rebelamos desde lo más hondo de nuestro ser con una rabia difícil de controlar
cuando nos pasa algo parecido a lo que a Él le pasó. Casi siempre tan solo
parecido, lejanamente parecido. Y gritamos, quizá en silencio, es injusto, es
muy injusto. Y probablemente lo será, pero es lo que hay. Y ese es lo que hay
cae como una losa amarga que nos enturbia la vida y nos la hace pequeña, triste
y miserable.
Y ahí
nos quedamos.
Porque
ese camino de la humillación y de la cruz nos da pavor. Pero ese es el camino
que Dios Padre, Creador y Señor del Universo entero, recorrió en y con su hijo
en un rincón perdido de nuestro maltrecho mundo en un momento preciso de la
historia. Porque sabe cómo somos. Y nos quiere salvar de nosotros mismos.
Pero
ese camino sí tiene un final.
*Por
eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de
modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en
el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios
Padre.
Asumir
nuestras humillaciones y fracasos, siguiendo los pasos de Jesús, nos
levanta sobre todo, sobre toda miseria, la de los demás y la nuestra, y nos
concede, como un regalo de incalculable valor, la paz, la libertad y la vida
con mayúsculas a la que estamos llamados.
Porque
después de todo pensemos, si esto hacen con el leño verde, ¿qué harán con el
seco? Lc.23.31. Y nosotros somos leños tan secos...
*Flp.2,6-11.
38 litros en 194 días.
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