La
verdad sea dicha, me encanta hacer montaña, sea alta, media o baja. Y llevo
haciéndola casi toda la vida, casi desde niño. Pero también es verdad, lo
hablaba esto hace nada con un amigo, que siempre me ha gustado también el
complemento del bar o el restaurante al volver a la civilización.
Son
las dos caras de la misma moneda. Un buen día de montaña tiene dos cimas, la
cumbre propiamente dicha y el bar o restaurante donde se celebra lo hecho o se
proyecta lo por hacer.
Ir de
bares “a tomar algo” sin haber hecho nada, me aburre soberanamente. Acabar un
día de montaña, o una travesía de varios días sin una buena comida o cena, es
árido, no tiene gracia.
¿Y a
qué viene esto ahora? Pues a una infausta noticia de la que me enteré ayer. Uno
de los baretos, también restaurante, donde he redondeado bonitos días de
montaña desde hace muchos años, toda mi vida, ha cerrado. Y aunque pone
temporalmente, temo que no vaya a ser así.
Hablo
de Venta Gaeta, aldea donde estaba el bar restaurante, situada al sur de la
sierra Martés y al norte de la Muela de Albeitar. Un paraje precioso desde
donde salen increíbles excursiones y ascensiones.
Lo
hacían muy, muy bien. Comida excelente, atención adecuada y precio ajustado.
Durante 60 años, mis padres ya iban con sus amigos de Llombay, han regalado a
muchísima gente momentos muy gratos, inolvidables; senderistas, montañeros,
ciclistas, moteros y gentes que iban a comer y punto, animaban la pequeña aldea
que ahora estará silenciosa y… triste.
Es el
paso del tiempo que, inexorable, lo va cambiando todo. No es el primer bar
restaurante que pierdo. El Subordán, en Hecho, aún lo echo de menos, o el Era
Puma, de Viella, tal y como era antes, o el hotel Bielsa, cuando aún era familiar y no de una cadena hotelera de esas sin alma, por ejemplo.
También
esto me ha hecho pensar, una vez más, en lo muy agradecidos que hemos de estar
a toda esa gente que desde la hostelería nos alegran la vida, nos la hacen más
llevadera; que con su trabajo nos regalan momentos de celebración, de
encuentro, de proyectos, de desahogo, momentos que quedan en la memoria como
hitos que van jalonando la vida.
En
fin, ojalá de verdad sea un cierre temporal y podamos volver a disfrutar de
Venta Gaeta. Que Jose y Luis Iranzo, gocen de la jubilación, bien merecida, si
esta es la causa del cierre, y que encuentren quien continúe su magnífica labor
en aquel precioso rincón de Valencia.

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