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¡Qué vergüenza! Pero, ¡qué vergüenza! Menos mal que no
vi el debate entre usted y el presidente del Gobierno. Me lo han contado y he leído algún titular. No más. No hace
falta.
Sr. Sánchez, le acogí con ilusión, luego se me fue
desdibujando gracias a sus tonterías: ocurrencias extravagantes, demasiadas
frases tan huecas como manidas, prejuicios excesivos… Más de lo mismo, pensé.
Pero lo de ayer ya ha sido el colmo. No se puede caer más bajo, no se puede. ¿Qué ha hecho?
Es que es muy elemental. Un líder de la oposición no
puede insultar en público al presidente del Gobierno, por mal que, en su
opinión, lo haya hecho. Ni al presidente del Gobierno ni a nadie. No puede. Como tampoco puede un presidente del Gobierno insultar a nadie, ni para defenderse de un agravio. Eso es romper los límites de lo asumible por una sociedad democrática.
Sr. Sánchez, si se demuestra que alguien, sea quien
sea, está implicado en un delito, se le juzga y se le sanciona debidamente.
Pero no se le insulta. Si el “delito” de ese alguien es pensar diferente a
usted, por supuesto que tampoco se le insulta. El insulto Sr. Sánchez, la
ofensa personal, en cualquier caso está fuera de lugar.
Se tiró al abismo y arrastró al Sr. Rajoy con usted.
Cierto que el Sr. Rajoy no debía haberle devuelto insulto alguno. Hubiera
quedado como un caballero. Como lo que usted dejó bien claro que no es, y él, al devolverle el insulto, tampoco.
Su empecinamiento en utilizar la corrupción como
argumento para recabar votos, hasta llegar al insulto, como si en su partido no
hubiera habido nunca corrupción, sólo demuestra que no tiene alternativas
creíbles que presentar a los ciudadanos, no tiene un programa sólido y claro
que identifique a su partido de un modo genuino, diferenciándolo de otras opciones
políticas. Ése es el problema. Y usted lo sabe.
Pero ese no es un problema del socialismo, ése es un
problema suyo y de los ideólogos de su partido que, sinceramente, no sé a qué
juegan. Yo ya no puedo identificar al socialismo con usted y no sé si con su partido. A un partido
socialista con identidad, serio y cabal, no le hace falta ni insultar, ni seguir
utilizando esa demagogia caduca de las derechas y las izquierdas para ganar unas elecciones. Y estoy
seguro, Sr. Sánchez que en su partido hay gente así, seria, cabal, que sabe lo
que es y lo que puede ser el socialismo en el mundo de hoy. Personas que estarán
avergonzadas de su actuación de ayer, aunque por lealtad, no a usted, a un gran ideal, le votarán el domingo. No, usted para mí, y sé que para muchos, ya no
representa al socialismo.
¡Qué bonito, qué esperanzador hubiera sido
escucharles exponer sus ideas, argumentarlas!¡Que bonito hubiera sido verles
escucharse el uno al otro, respetarse!¡Qué bonito hubiera sido que hoy se
dijera, la verdad es que estuvieron muy bien los dos!¡Qué bonito hubiera sido
ver un noble enfrentamiento dialéctico entre dos caballeros!
Lo lamento mucho. Lo lamento por nuestro país, por
nuestra democracia. Lo lamento de verdad. Y visto lo visto, tengo mucho miedo a
lo que pase el domingo.
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