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Comparto esta mañana de Navidad, parte de la homilía
que el papa Francisco pronunció ayer en la Misa del Gallo, en Roma, y pongo en negrita las
frases que, al menos a mí, más me han tocado.
Cuando oigamos hablar del nacimiento de Cristo, guardemos silencio y dejemos que ese
Niño nos hable; grabemos en nuestro corazón sus palabras sin apartar la mirada
de su rostro. Si lo tomamos en brazos y dejamos que nos abrace, nos dará la paz del corazón que no conoce ocaso.
Este Niño nos enseña lo que es
verdaderamente importante en nuestra vida. Nace en la pobreza del mundo,
porque no hay un puesto en la posada para Él y su familia. Encuentra cobijo y
amparo en un establo y viene recostado en un pesebre de animales. Y, sin
embargo, de esta nada brota la luz de la
gloria de Dios. Desde aquí, comienza para los hombres de corazón sencillo el camino de la verdadera liberación y
del rescate perpetuo. De este Niño, que lleva grabados en su rostro los rasgos
de la bondad, de la misericordia y del amor de Dios Padre, brota para todos
nosotros sus discípulos, como enseña el apóstol Pablo, el compromiso de «renunciar a la impiedad» y a las riquezas del mundo,
para vivir una vida «sobria, justa y piadosa» (Tt 2,12).
¡¡ Feliz Navidad ¡!
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