La
palabra iglesia, viene de inglesia. La explicación de esta curiosidad, que no conoce mucha gente, es muy
sencilla. Hasta el siglo XII, los cristianos se reunían para hacer sus
reuniones, celebrar la misa etc, en casas particulares o en edificios civiles.
Esto sucedía porque en la Biblia, en el libro de Isaías, capítulo 66, versículo
1, dice, “así dice el Señor: el cielo es mi trono y la tierra el estrado de mis
pies. ¿Dónde, pues, está la casa que podríais edificarme? ¿Dónde está el lugar
de mi reposo?
En el
siglo XII, el 3 de julio de 1156, el papa Adriano IV, nacido en Inglaterra, y
que murió por asfixia al tragarse una mosca, autorizó la construcción de edificaciones
exclusivas para los actos religiosos. De ahí que a esos edificios la gente
empezara a llamarlos inglesias, de inglés. Un siglo más tarde, Alfonso X el
sabio, escribe por primera vez esta palabra en su obra Cantigas de Santa María.
Con el paso del tiempo, se perdió la n, quedándose la palabra iglesia tal y
como la conocemos hoy.
Le
propuse el otro día a un amigo que trabaja en educación que hiciera el
experimento de explicar a sus alumnos de 4º de secundaria el origen de la
palabra iglesia tal y como lo cuento al principio de esta entrada. A ver qué
pasa.
Probablemente,
un número muy elevado de sus alumnos, quizá todos, se la creerían sin más. Y he
dicho 4º de secundaria, ¡ojito!
Es
demoledor, descorazonador y peligroso.
Si un
alumno, ya a esa edad, se cree semejante imbecilidad es por tres motivos. Uno,
por la pavorosa falta de cultura en la que viven. Otro, por la nula capacidad
crítica que tienen. Y finalmente, por la indiferencia hacia todo lo que no sea
su próximo y estrecho mundo.
Este
es el resultado, en gran parte, del sistema educativo que tenemos, en manos de
políticos sin escrúpulos a los que les interesa que esto sea así, y de iluminados
sinvergüenzas que se lucran de hacer experimento tras experimento con los niños
y jóvenes sin comprobar objetivamente el resultado de dichos experimentos.
Ante
esto, los docentes poco pueden hacer, pues después de todo, de algo hay que
vivir. Y siempre hay quien se apunta a cualquier “modernez” con tal de que no
le señalen como de la vieja escuela; son los esquiroles de cualquier intento de
hacer las cosas de otra manera.
La
consecuencia final es terrible. Si no tienen la capacidad de discernir que eso
que les está contando el profesor es una solemne imbecilidad, ¿cómo la van a
tener para votar con una actitud crítica y responsable cuando ya muy pronto
puedan hacerlo?
Cualquier
cantamañanas, con argumentos menos ridículos y absurdos que los arriba
expuestos, pero tan falsos o más, les convencerá de que el círculo es cuadrado.
Utilizarán además, no datos, no realidades objetivas, sino eslóganes, frases
hechas, mantras que nada significan pero que funcionan con quien tiene poca
cultura (aunque haya pasado por la universidad), con quien no se pregunta jamás
el porqué de las cosas, con quien no sale de su mundo nunca, porque eso le
haría hacerse preguntas embarazosas.
Y así
estamos, y así seguiremos.
Amén.
130 días sin llover. Solo 11 litros.
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