Me
quedaban dos kilómetros escasos. Ya era de noche, aunque una luna en cuarto
creciente iluminaba más que suficiente para andar. Además era ya una carretera
de buen firme por donde caminaba hacia el pueblo que, iluminado por Navidad,
lucía de un modo especial, allá abajo, junto al barranco. Hacía frío.
Entonces
distinguí algo en medio de la carretera. Era algo grande y no se movía. No se
veía muy bien, así que seguí caminando y pronto me di cuenta de que era un
coche parado en el medio, entre ambos carriles. No tenía encendida ninguna luz
y el motor estaba al ralentí. Mosqueado, seguí mi camino, pase junto a él y no
vi a nadie dentro.
No sé
qué hubiera hecho en el caso de ir acompañado, pero como iba solo, no me
pareció prudente hacer averiguaciones por el monte que se extendía alrededor,
así que seguí caminando.
Unos
cinco minutos largos después, escuché cómo se ponía en marcha y vi las luces
que poco a poco se acercaban a mí. Seguí caminando por la izquierda, como se
hace por carretera, mirando de reojo hacia atrás.
Fue el
momento más…, emocionante.
Pero
el misterioso vehículo pasó junto a mí, y siguió su camino en dirección al
pueblo. No pasó nada.
No
diréis que no puede ser esto el principio de una película de terror, pero
afortunadamente no fue más que un extraño incidente sin ninguna trascendencia. Pero
me quedé con una pregunta sin respuesta.
¿Qué
haría aquel hombre en medio de la noche, solo, en el monte, dejando el coche
sin luces, con el motor en marcha y en medio de la carretera? A saber. De todo
hay en la viña del Señor. De todo.
115 días sin llover. Solo 8 litros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario