Leí
ayer que Irene Montero se había dirigido a sus seguidores en Andalucía diciendo, entre otras
cosas, que el enemigo no está dentro, está fuera, haciendo clara referencia a
la urgencia por superar las disensiones internas tanto del Gobierno como de los
partidos que lo sustentan.
Pienso
que amparados en la libertad de expresión debemos poder decir lo que pensamos.
Pero hay límites, y con esa afirmación los traspasó. Por eso, y para aclararme
ideas y desahogarme, estas cosas me enfadan, le escribo a esta señora una carta abierta que nunca
leerá.
Señora
Montero:
Mucho miedo me da sus palabras, señora mía. Quiero disculparle pensando que lo que el otro día dijo era fruto del calor de las ovaciones, del fervor de sus seguidores. Dijo, entre otras muchas cosas, que el enemigo no está dentro, está fuera. ¡El enemigo! No el adversario, no el rival, el enemigo.
Mire
usted señora Montero, en democracia no hay enemigos, como mucho, adversarios o rivales. Y
cuando al adversario o al rival lo convertimos en enemigo hemos roto las reglas del juego.
Porque con adversarios o rivales podemos convivir, e incluso aprender de ellos; al enemigo
hay que eliminarlo. Por eso, decir que los que no son de su cuerda son sus
enemigos, es no haber entendido lo que es la democracia, lo que es el pluralismo,
lo que es el respeto, lo que es la libertad y lo que es la paz.
O sea
no haber entendido nada de nada. Permítame pues ayudarle a entender.
La democracia debe permitir todo tipo de opciones políticas, incluso las que van contra la democracia. Será el buen hacer de los partidos realmente democráticos el que, a través de las urnas, mantenga a raya esas opciones antidemocráticas. Y en cualquier caso no son enemigos, por eso no sería democrático eliminarlos, ni legal ni físicamente. Además sería contraproducente.
La
realidad es compleja, y al igual que para conocer la forma de una montaña hay
que verla desde muchos ángulos distintos, para conocer la realidad son
necesarios muchos puntos de vista diversos. El pluralismo, natural, sano y
enriquecedor, nunca convierte a quien no piensa como yo en mi enemigo, porque para
entender y mejorar la realidad todos hacemos falta.
El respeto es esencial en cualquier sociedad. Tachar de enemigos a millones de españoles, muchos incluso de partidos afines al suyo, es una inasumible falta de respeto que solo puede derivar en confrontación social. Y una sociedad dividida y enfrentada no progresa, por muy progresistas que ustedes se autodenominen.
¿Sabe
usted que los derechos humanos protegen la libertad de pensamiento, la libertad
de religión, la libertad política, la libertad de expresión entre otras muchas
libertades? No son sus enemigos los que haciendo uso de su libertad viven de
una manera distinta a la suya. Simplemente es que la libertad les hace
diferentes.
La paz
es un bien frágil, aunque no lo parezca. Esas afirmaciones atentan directamente
contra ella porque dividen a la sociedad. Nosotros, los salvadores, y los
enemigos, los otros. Y le recuerdo que con el adversario o el rival se convive, al enemigo
se le destruye, por eso es enemigo.
Como
ya le he dicho, quiero pensar, señora Montero, que no sabía muy bien lo que
decía, que se dejó arrastrar por la emoción del momento. Que en su partido las cosas
no las ven así. Que usted las cosas no las ve así. Que hay poca gente que
piensa así.
Nuestra
larga y convulsa historia desembocó en el siglo pasado en una guerra terrible y
una larga dictadura, quedando el país partido en dos, como ya estaba antes del
36. Después una difícil pero hermosa transición trató de unir a las dos
Españas, de curar dolorosas heridas, de crear un futuro para todos, y remarco lo
de todos. Y lo consiguió.
¿Cómo
viene usted ahora hablando de enemigos? ¿Por qué hurga en la vieja herida? ¿A
dónde quiere llegar? ¿A dónde nos quiere llevar?
¿Sabe
usted, señora Montero, que las palabras actúan? ¿Sabe que no se las lleva el
viento? ¿Sabe que hay palabras que construyen y otras que destruyen? ¿Palabras
que hieren y palabras que sanan? ¿Palabras que iluminan y palabras que
oscurecen? ¿Palabras para la paz y palabras para la guerra? ¿Palabras de vida y
palabras de muerte?
Lo
sabe, ¿no?
No la
considero mi enemiga, pero sepa que me da pena y miedo, mucho miedo. Y sepa que
no soy su enemigo, solo alguien que en muchas cosas, no en todas, no piensa
como usted.
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