Es una
variante de otra receta pero el resultado es totalmente distinto; una torta
crujiente, compacta y muy sabrosa, fácil de trasportar (yo la llevo en la
mochila) y que se corta a trozos con la mano.
Ingredientes:
Un
vaso mediano de aceite de oliva.
Un
vaso mediano de leche.
Dos
vasos medianos de harina.
Una
taza de café, de azúcar.
Dos
cucharadas soperas de anís en grano.
Unas
cuantas cortezas de limón.
Empezaremos
por calentar el aceite con el anís y las cortezas de limón hasta llevarlo a
ebullición durante unos cinco minutos. Dejaremos enfriar y sacaremos las
cortezas.
En un
bol mezclaremos la harina, el azúcar y la leche, mezcla a la que añadiremos el
aceite con el anís, hasta formar una masa uniforme y espesa.
En una
bandeja cubierta con papel de horno, dejaremos caer la masa ayudándole, si es
necesario, a extenderse de modo uniforme con algún utensilio adecuado. La
espolvorearemos por encima con azúcar; esto a gusto del consumidor.
Luego
la introduciremos en el horno a 200 grados sin precalentar durante una hora o algo
menos. Debe quedar dorada sin llegar a estar tostada. Cuidado al sacarla que
puede romperse.
Después
hay que dejarla enfriar y es entonces cuando adquirirá su textura crujiente y
compacta. Por eso no hay que cortarla con cuchillo sino con la mano.
Y ya
está. Sale muy, muy buena y es excelente para acompañar un café, como merienda
o para matar el hambre en cualquier momento.
¡Buen
provecho!
NOTA:
También está la variante de en vez de hacerla con anís, hacerla con canela. Ver siguiente entrada de la sección.
OTRA NOTA: Le he llamado de san Dalmacio porque la primera vez que la hice me vino a la cabeza, no sé por qué, susodicho santo.
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