FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

lunes, 13 de enero de 2025

Era una tarde cenicienta y mustia.


 

Salí hace algún tiempo una tarde día gris y fría, de esas en las que te quedas más a gusto en casa, pero el monte me tiraba, y haciendo un esfuerzo, no excesivo, acabé caminando por los montes de Liria.

Sí, era una tarde cenicienta y mustia, como diría Antonio Machado en el poema que comparto a continuación y que aquel día me vino a la mente.

 

Es una tarde cenicienta y mustia,

destartalada, como el alma mía;

y es esta vieja angustia

que habita mi usual hipocondría.

 

La causa de esta angustia no consigo

ni vagamente comprender siquiera;

pero recuerdo y, recordando, digo:

-Sí, yo era niño, y tú, mi compañera.

*

Y no es verdad, dolor, yo te conozco,

tú eres nostalgia de la vida buena

y soledad de corazón sombrío,

de barco sin naufragio y sin estrella.

 

Como perro olvidado que no tiene

huella ni olfato y yerra

por los caminos, sin camino, como

el niño que en la noche de una fiesta

se pierde entre el gentío

y el aire polvoriento y las candelas

chispeantes, atónito, y asombra

           su corazón de música y de pena,

así voy yo, borracho melancólico,

guitarrista lunático, poeta,

y pobre hombre en sueños,

siempre buscando a Dios entre la niebla.

 

Es triste el poema. Esa angustia vital de quien, como el poeta, busca la luz que de ella le libre, es para él vieja conocida. Dice “sí, yo era niño, y tú, mi compañera”.

Es nostalgia de la vida buena, soledad, barco sin naufragio, pero sin estrella, navegando por el ancho mar sin destino, como el niño perdido en la fiesta, o el perro olvidado, sin olfato y sin camino.

Cierto es que a veces nos encontramos andando los caminos sin camino, navegando sin estrella, perdidos en el gentío, como envueltos en la niebla.

Pero aquella tarde me reservaba una sorpresa. Cuando ya creía que se disolvería en la noche, que el gris, oscureciéndose, se tornaría negro, más allá de las montañas de poniente el horizonte se iluminó, y un haz de luz surgió casi de repente.

El cielo se abría y rota la niebla surgía un camino en la tierra, una estrella en el cielo. La tarde cenicienta y mustia no se consumió en la noche, la luz se interpuso.

Entonces pensé en el último verso del poema, “siempre buscando a Dios entre la niebla”.

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