Es una tarde
oscura y tormentosa de finales de agosto. Una buena tarde para escribirte una
carta que publicaré un día muy importante para ti. Pero ese no será el día para
leerla. Ya habrá tiempo.
¿Y de qué te
voy a hablar en esta carta? Pues de qué iba a ser. Del amor. Del amor en serio.
Del amor que nos lleva a la felicidad.
Al principio lo que suele pasar es que nos enamoramos. Cupido va y ¡plash!, nos clava una
flecha. Es emoción, sentimiento, impulso, es bonito, ¡pero ¡ojo!, eso no es un acto de
nuestra voluntad. De eso no somos nadie “culpables”. El enamorarnos o no, no
depende de nosotros. Ya lo he dicho, “la culpa” la tiene Cupido. ¡Pero es tan,
tan hermoso! Sí, tan hermoso como pasajero.
Creo yo que, en realidad, lo que ocurre es que el enamorarnos
es una puerta que se nos abre y quedamos deslumbrados por la luz que hay al otro lado, pero si nos quedamos en ella, en el umbral, cuando se
cierre, volveremos a quedarnos en la oscuridad. No habrá quedado nada, o como máximo el amargo recuerdo de la luz perdida. Lo bonito, la
aventura que vale la pena, es atravesar esa puerta. Salir al aire libre del amor.
Y eso sí es un acto de tu voluntad soberana. Al enamorarnos la vida nos
ha puesto fácil amar. Y no hay que perder la oportunidad. Hay que amar cuando es
fácil, cuando estamos enamorados, e ir descubriendo así que amar sí que vale la pena. El poner la alegría, la
felicidad, la vida de la persona amada por delante de la tuya. Eso es amar, y eso sí es un acto libre. Y lo haces porque quieres, porque le quieres. Y cuando
esto es mutuo, el amor alcanza su plenitud. Y eres feliz.
Os deseamos con todo nuestro corazón que atraveséis esa puerta que se os abrió recorriendo el Camino de Santiago, que la atraveséis sin miedo, con paso firme. Y así, cuando con el paso del tiempo la puerta se cierre, no habrá nada que temer, porque habiendo salido, como habréis hecho, al aire libre del amor, gozaréis de unas delicias, de una felicidad que no pueden ni soñar los más enamorados de los enamorados, mientras sólo estén enamorados.
Isabel y Jesús
Os deseamos con todo nuestro corazón que atraveséis esa puerta que se os abrió recorriendo el Camino de Santiago, que la atraveséis sin miedo, con paso firme. Y así, cuando con el paso del tiempo la puerta se cierre, no habrá nada que temer, porque habiendo salido, como habréis hecho, al aire libre del amor, gozaréis de unas delicias, de una felicidad que no pueden ni soñar los más enamorados de los enamorados, mientras sólo estén enamorados.
Isabel y Jesús
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