Una amiga del padre Antonio, leyó en el blog la
entrada que escribí con motivo de su muerte repentina. Me respondió amablemente,
agradeciendo mis palabras y enviándome la homilía que el martes, 14 de abril, pronunció
el Superior en la misa de su entierro. Hoy, según me dice en el correo esta
amiga suya, Carmen, hubiera sido el día de su cumpleaños. Por eso quiero, precisamente
hoy, compartir con todo respeto y cariño, este bonito y sentido texto.
Querido Antonio: te has ido sin despedirte. Te has
ido sin decir nada. Cosa bien rara en ti. Me dicen mis hermanos que antes de
salir de casa estabas muy contento, incluso bromeando.
La última vez que nos vimos fue en la noche del
martes viendo el partido de fútbol del Atlético de Madrid con el Real Madrid.
Comentabas con pasión las incidencias del partido
Esta última semana, Antonio, estabas dedicado con
ilusión a la preparación de la celebración de tus bodas de oro sacerdotales. Te
hubiera tocado decir unas palabras a tus colegas de ordenación. Habías titulado
tu charla: “MIS FELICES 50 AÑOS DE SACERDOTE MISIONERO”. Estabas viviendo estos
días con mucha ilusión. Mencionabas el canto del Magnificat como agradecimiento
por lo que el Señor había hecho en ti y por medio de ti.
No
hemos venido a decirte adiós, Antonio
Estamos
aquí para sentir tu presencia viva,
para
celebrar tu caminar a nuestro lado,
para
festejar que te nos has adelantado
a
ese lugar donde florecen la ternura y la misericordia,
para
recibir lo mejor de ti mismo como herencia y regalo,
para
susurrar, a quienes quieran escuchar,
que
somos hermanos,
hijos
e hijas del mismo Dios, Padre.
No
es tu recuerdo,
ni
tus palabras,
ni
tus obras,
ni
tus gestos,
ni
tus proyectos...
¡Eres
tú mismo quien está a nuestro lado!
Tu
gran corazón,
tu
rostro alegre,
tu
viva mirada,
tu
espíritu solidario,
tu
fe sostenida,
tu
esperanza renovada cada día,
tu
amor tan humano,
tus
olvidos y despistes...
¡Todo
lo sentimos dentro!
La
vida continuará,
entre
curvas y monótonas rectas,
desiertos
interminables y gozosos oasis,
encrucijadas
y decisiones arriesgadas,
en
busca de una fe adulta compartida,
ofreciéndonos
siempre caminos
inesperados
y sorprendentes
y
buenos compañeros de viaje.
Y
tú, Antonio, estarás siempre a nuestro lado,
con
nuevos proyectos bajo el brazo,
el
Evangelio en el regazo
y
el toque de tus familiares y amigos para no despistarnos.
¡Lo
creemos firmemente!
Y
se lo agradecemos a Dios,
que
te quiere,
y
nos quiere, siempre,
con
esa tan suya y loca pasión
de
enamorado.
GRACIAS ANTONIO.... no puedo decirte otra cosa. Por
tu espíritu esperanzado e incansable, aún en los momentos más duros. Por tu
ánimo, tu tesón, tu fe, tu amor por la vida, la justicia, por tu gran corazón.
Un abrazo inmenso de mi parte y de todos los miembros de esta comunidad, con
todo nuestro cariño para tu familia y amigos y para todos los que hoy nos
acompañan.
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