FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

lunes, 20 de agosto de 2018

El toro huido.



Va de toros esta entrada. A fin de cuentas el verano es tiempo de toros. Pero no voy a entrar en el debate sin posible acuerdo sobre el asunto, sino a destacar la belleza de este animal, el toro de lidia que, dicho sea de paso, no existiría si no existiera la fiesta de los toros.
La belleza del toro a través de un texto de Platero y yo donde no solo nos la describe magistralmente, sino la sitúa en el momento del amanecer creando así una estampa bellísima.
El poeta y Platero han ido muy temprano al naranjal. El silencio, el eco, la humedad en la cañada, la escarcha dibujando en las plantas… De repente un toro se acerca. Lo oyen y se esconden. Pasa cerca de ellos que, asustados, conscientes del posible peligro, contemplan la escena.
Leedlo.

Cuando llego yo, con Platero, al naranjal, todavía la sombra está en la cañada, blanca de la uña de león con escarcha. El sol aún no da oro al cielo incoloro y fúlgido, sobre el que la colina de chaparros dibuja sus más finas aulagas... De cuando en cuando, un blando rumor ancho y prolongado me hace alzar los ojos. Son los estorninos, que vuelven a los olivares, en largos bandos, cambiando en evoluciones ideales...
Toco las palmas... El eco... ¡Manuel! .... Nadie... De pronto, un rápido rumor grande y redondo... El corazón late con un presentimiento de todo su tamaño. Me escondo, con Platero, en la higuera vieja...
Sí, ahí va. Un toro colorado pasa, dueño de la mañana, olfateando, mugiendo, destrozando por capricho lo que encuentra. Se para un momento en la colina y llena el valle, hasta el cielo, de un lamento corto y terrible. Los estorninos, sin miedo, siguen pasando con un rumor que el latido de mi corazón ahoga, sobre el cielo rosa.
En una polvareda, que el sol que asoma ya toca de cobre, el toro baja, entre las pitas, al pozo. Bebe un momento, y luego, soberbio, campeador, mayor que el campo, se va, cuesta arriba, los cuernos colgados de despojos de vid, hacia el monte, y se pierde, al fin, entre los ojos ávidos y la deslumbrante aurora, ya de oro puro.

Me parece preciosa la descripción del toro. Dueño de la mañana, llenando el valle, hasta el cielo, de un lamento corto y terrible. Soberbio, campeador, mayor que el campo, tras beber en el pozo, se va hacia el monte y se pierde en la aurora. ¡Qué bonito!
Pero la riqueza del texto no se queda en el toro. Crea para él una escena impresionante: el amanecer. Y fijaos cómo nos la cuenta. Primero el sol, que aún no ha salido, no da oro al cielo incoloro y fúlgido. Aún no ha llegado el toro. Está ya rosa el cielo cuando lo oyen llegar; y asoma tras el horizonte, pintando de cobre el polvo, mientras el toro baja al pozo y bebe. Y cuando, cuesta arriba, se pierde en el monte, la aurora ya deslumbra, ya es de oro puro la mañana.
Fijaos en la sucesión de adjetivos dedicados al amanecer: incoloro, fúlgido, rosa, cobre y oro. Doy fe de que así es muchas veces la salida del sol, ese momento mágico en el que el toro huido se pierde en la luz nueva y deslumbrante de un nuevo día.
No sé, pero este texto siempre me ha gustado mucho, y no sólo por su perfección literaria, sino porque veo al leerlo un cuadro increíble, una pintura magistral. Y un homenaje a la belleza del toro.
Y ahora volvedlo a leer. Dejad que las palabras sean trazos en el lienzo de vuestra imaginación, y contemplad el rotundo espectáculo.

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