Después
de casi un mes, o sin casi, he ido al garaje a por el “corseta” rojito. Ha
arrancado a la primera y sigue funcionando con la fiabilidad y suavidad que
siempre le ha caracterizado.
Pero
mira por dónde es diésel y viejo, va a cumplir 26 años. El gran contaminador,
el satanás del medio ambiente, dicen. Y ¡claro! vista la persecución a la que
estos vehículos están sometidos tendremos que ir haciéndonos a la idea de
prescindir de sus servicios.
Pero
con rabia, porque el coche va perfectamente. Y porque estoy seguro de que
manteniéndolo bien cuidado todo este tiempo hemos contaminado menos que si nos
hubiéramos comprado uno nuevo cada tres, cuatro o cinco años. Porque fabricar
un coche nuevo contamina más que mantener uno, debidamente atendido, años y años.
Son
matemáticas sencillitas. Si para fabricar un coche nuevo contaminamos X y el
nuestro, en 25 años, ha contaminado Y, estoy seguro de que si hubiéramos comprado uno cada
cinco años esta fórmula sería correcta: 5X>Y, por lo tanto, ¿por qué
persiguen a nuestro “corseta” rojito, alias "la Olivia"?
Como
en otras muchas cosas estoy convencido que lo que realmente mueve todo esto son
cuestiones económicas de altos vuelos que se nos escapan a los ciudadanos de a
pie. Las multinacionales del automóvil, manipulaciones políticas, el consumismo
desenfrenado…
En
fin, ¡lo de siempre!
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