Al día
siguiente de morir Mario Vargas Llosa, por la tarde, pasé por el corral de
Barretes en una de mis excursiones. Alrededor de la lagunilla habían florecido
grandes lirios amarillos. Junto al pino que parece proteger la pequeña lámina
de agua en la que se refleja el cielo y el pinar que la arropa, leí un texto de
Platero y yo en el que también es abril, una tarde tibia, también hay un pino, también cantan los
pájaros, también hay grandes lirios amarillos y quizá alguna mariposa blanca
que no vi…
Es el
capítulo CXXXV y se titula melancolía.
Esta
tarde he ido con los niños a visitar la sepultura de Platero, que está en el
huerto de la Piña, al pie del pino redondo y paternal. En torno, abril había
adornado la tierra húmeda de grandes lirios amarillos. Cantaban los chamarices
allá arriba, en la cúpula verde, toda pintada de cenit azul, y su trino menudo,
florido y reidor, se iba en el aire de oro de la tarde tibia, como un claro
sueño de amor nuevo. Los niños, así que iban llegando, dejaban de gritar.
Quietos y serios, sus ojos brillantes en mis ojos, me llenaban de preguntas
ansiosas. —¡Platero amigo!—le dije yo a la tierra— ; si, como pienso, estás
ahora en un prado del cielo y llevas sobre tu lomo peludo a los ángeles
adolescentes, ¿me habrás, quizá, olvidado? Platero, dime: ¿te acuerdas aún de
mí? Y, cual contestando a mi pregunta, una leve mariposa blanca, que antes no
había visto, revolaba insistentemente, igual que un alma, de lirio en lirio…
Y lo
leí porque no pude menos que asombrarme del cúmulo de preciosas coincidencias
entre este capítulo, ya de los últimos del libro, y el momento que estaba
viviendo allí. Era como una encarnación de la literatura en mi vida, como si rompiendo las barreras del tiempo y del espacio, estuviera yo, como el poeta, yendo a visitar la sepultura de Platero.
Pues
bien, ese abrazo de la literatura, ese pino, esos lirios, esa tarde tibia de abril,
esa mariposa que no vi, ese texto maravilloso de Platero y yo, se los dedico
con todo mi respeto y admiración a Mario Vargas Llosa, un grande de la literatura,
a modo de humilde homenaje de un profesor que hace ya tiempo les habló de él a
sus alumnos, y que ha disfrutado mucho con sus novelas y sus escritos.

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