Llovió
abundantemente toda la noche. Por la mañana seguía lloviendo, así que nos
quedamos en el valle que la tormenta había trasformado en todo un espectáculo. El Cinca bajaba fuerte,
turbio, las paredes de Pineta, surcadas por numerosas cascadas, se perdían en
las nubes oscuras.
Y
allí abajo, en el bosque, nos encontramos inesperadamente con una gratísima
sorpresa. Los vecinos del pueblecito de Espierba habían tenido la feliz
iniciativa de fundir naturaleza y cultura, regalándonos a los que quisiéramos
disfrutarlo, una exposición de textos hermosísimos, muy bien seleccionados,
colgados en los troncos de las hayas y los fresnos. Fue una gozada sumergirnos
en la literatura, bajo los paraguas, en aquel incomparable entorno.
Poco
a poco iré compartiendo algunos de estos textos, pero hoy voy a compartir no
los que estaban el bosque, sino los que pusieron en el pueblo. Eran tres, pero
qué tres y en qué lugares. Uno en la escuela, otro en la iglesia y un tercero en el cementerio.
El
de la iglesia era Corintios 13. El de la escuela, Recuerdo infantil, de Antonio
Machado. El del cementerio, El viaje definitivo, de Juan Ramón Jiménez. Los
leímos sin prisa, dejándonos envolver por el ambiente. Había dejado de llover,
pero hacía frío, y el cielo seguía gris, muy gris.
A
continuación comparto los textos y algunas fotos de aquel día de julio que los
vecinos de Espierba nos hicieron inolvidable. A ellos, mi más profundo
agradecimiento.
Corintios
13.
Ya
puedo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles que, si no tengo amor,
no paso de ser una campana ruidosa o unos platillos estridentes.
Ya
puedo hablar inspirado y penetrar todo secreto y todo el saber; ya puedo tener
toda la fe, hasta mover montañas, que, si no tengo amor, no soy nada.
Ya
puedo dar en limosnas todo lo que tengo, ya puedo dejarme quemar vivo que, si
no tengo amor, de nada me sirve.
El
amor es paciente, es afable; el amor no tiene envidia, no se jacta ni se
engríe, no es grosero ni busca lo suyo, no se exaspera ni lleva cuentas del
mal, no simpatiza con la injusticia, simpatiza con la verdad. Disculpa siempre,
confía siempre, espera siempre, aguanta siempre.
El
amor no falla nunca. Los dichos inspirados se acabarán, las lenguas cesarán, el
saber se acabará; porque limitado es nuestro saber y limitada nuestra
inspiración.
Recuerdo
infantil, de Antonio Machado.
Una tarde parda y fría
de
invierno. Los colegiales
estudian.
Monotonía
de
lluvia tras los cristales.
Es la clase. En un cartel
se
representa a Caín
fugitivo,
y muerto Abel,
junto
a una mancha carmín.
Con timbre sonoro y hueco
truena
el maestro, un anciano
mal
vestido, enjuto y seco,
que
lleva un libro en la mano.
Y todo un coro infantil
va
cantando la lección:
«mil
veces ciento, cien mil;
mil
veces mil, un millón».
Una tarde parda y fría
de
invierno. Los colegiales
estudian.
Monotonía
de
la lluvia en los cristales.
El
viaje definitivo, de Juan Ramón Jiménez.
… Y
yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando;
y se
quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con
su pozo blanco.
Todas
las tardes, el cielo será azul y plácido;
y
tocarán, como esta tarde están tocando,
las
campanas del campanario.
Se
morirán aquellos que me amaron;
y el
pueblo se hará nuevo cada año;
y en
el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
mi
espíritu errará nostáljico…
Y yo
me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde,
sin pozo blanco,
sin
cielo azul y plácido…
Y se
quedarán los pájaros cantando.
El río Cinca, aquella mañana. |
La iglesia de Espierba. |
La puerta de la escuela de Espierba. |
El texto de Machado en la puerta de la escuela. |
El texto de Juan Ramón Jiménez en la verja del cementerio. |
El texto de la Biblia, en un árbol frente a la iglesia. |
Barcelona, Cambrils. |
Mira mi entrad sobre Espierba. Parecen calcadas y no había visto esta tuya
ResponderEliminarLo haré. Yo tampoco había visto la tuya. ¡Qué cosas!
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