Este
pasado Día del Cristo, publiqué un texto bíblico al que he acudido muchas veces
en mi vida para poner, por decirlo de algún modo, las cosas en su sitio. Y
siempre me ha dado paz.
Pero
me quedé con ganas de compartir ese día un poema que tenía a medio escribir
desde hacía tiempo y que no acababa de quitarme de las manos. Esta noche lo he
acabado.
Ese niño arrastrando una maleta,
abandonando su casa con lo puesto y poco más;
ese otro que acaricia a su mascota,
a su peluche, al único juguete que le queda,
mientras espera a alguien que les lleve lejos, a salvo;
ese joven que aguanta el llanto mordiéndose los labios;
ese anciano que a duras penas camina sin saber a dónde,
ni por qué, ni hasta cuándo;
esa mujer que dibuja un corazón
en la ventanilla empañada de un tren
que se aleja dejando en el andén,
frente a la guerra,
a alguien muy querido;
son la imagen viva
de Cristo en la cruz.
Lejos queda
ahora
para ellos
la radiante mañana de Pascua.
Es tiempo de cruz.
¿Y dónde nosotros?
¿Dónde estamos nosotros?
¿Con quién nosotros?
¿Con los verdugos
de manos limpias?
¿Con los que las llevan
untadas de sangre?
¿Con los indiferentes?
¿Con los que ya olvidaron?
Al pie de la cruz.
Como María,
al pie de la cruz.
¿Más cómo estar al pie de la cruz,
impotentes ante el horror?
No sé.
Pero al menos,
estar al pie de la cruz.
¿Y qué hacer allí?
Señor,
¿Qué hacemos allí?
¿Esperar la mañana de Pascua?
¿Como María?
¿Cómo esperar, quietos, ante el horror?
¿Cómo esperar, callados, mansos, ante el avance de la muerte?
¿Cómo esperar?
¿Cómo hacerlo con la conciencia en paz?
J.Q.S.
Precioso y verdadero
ResponderEliminarGracias
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