Ha
sido un arranque. Viendo la luz de la tarde he pensado que el crepúsculo, tras
la DANA, podría ser bonito. Y me “he echao” al monte, para verlo.
No ha
sido lo espectacular que esperaba, aunque sí extraño, sobre todo por la luz que
iluminaba el monte, ya oscuro, y que poco a poco iba debilitándose hasta ser
sustituida por la del manto de luz de la costa reflejándose en el cielo aún muy
nuboso.
Todo
esto, envuelto por el frescor de la tarde, el intenso aroma a monte recién
llovido, la humedad y un delicioso concierto de pajarillos que despedían así el
día.
Ha
sido una salida imprevista y breve, pero reencontrarme con el monte como debe
estar en otoño, ha sido todo un placer.
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