No
quiero dejar pasar hoy, primer domingo de adviento, sin compartir en el blog la
primera lectura de la misa de hoy. En los tiempos que corren, tan negros en
muchos aspectos, es un grito de esperanza en la desesperanza, una apuesta por
el futuro, cuando todo es incertidumbre, una llamada a creer, por imposible que
parezca, que lo mejor está por venir.
Visión de Isaías, hijo de
Amos, acerca de Judá y de Jerusalén.
En los días futuros estará
firme
el monte de la casa del Señor,
en la cumbre de las montañas,
más elevado que las colinas.
Hacia él confluirán todas las
naciones,
caminarán pueblos numerosos y
dirán:
«Venid, subamos al monte del
Señor,
a la casa del Dios de Jacob.
Él nos instruirá en sus
caminos
y marcharemos por sus sendas;
porque de Sion saldrá la ley,
la palabra del Señor de
Jerusalén».
Juzgará entre las naciones,
será árbitro de pueblos
numerosos.
De las espadas forjarán
arados,
de las lanzas, podaderas.
No alzará la espada pueblo
contra pueblo,
no se adiestrarán para la
guerra.
Casa de Jacob, venid;
caminemos a la luz del Señor.
Is 2,1-5.
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