Me
decía un amigo nacido allende los mares que, dicho sea de paso, tiene mucho
mundo, que le sorprendía la agresividad y la violencia verbal de nuestra
campaña electoral.
Sí,
dije, desde hace tiempo todas son así, detestables, insufribles. Hubo un tiempo
en que no lo fueron. Son el vivo ejemplo de lo que nunca debería ser y una
muestra más que elocuente de lo que es adulterar la democracia.
En
principio se trataría de que cada partido presentara a sus candidatos y estos
nos explicaran su programa dejando en paz a los demás. Evidentemente no es así.
Es una
contienda a muerte entre todos, tratando de desacreditar, hundir, aniquilar si
es posible al que no es de los míos, al que no piensa como yo. Y para eso vale
todo, la manipulación de datos, las verdades a medias, las mentiras puras y
duras, el ataque personal, “las guerras
de nuestros antepasados,” las promesas incumplibles y una larga serie de
desatinos y jugadas sucias, muy sucias y siempre oportunas para los intereses
de unos u otros.
Eso no
es democracia. Es una burda caricatura de la democracia.
Y esto
es tanto más visible cuanto más ascendemos. Las locales, en pueblos pequeños o
medianos, pueden ser más limpias, aunque no siempre lo son. Las autonómicas, ya
no. Y las generales, menos. Son las peores.
Lo que
ocurre es que, afortunadamente, esa agresividad, esa violencia, esa mala leche
no tiene reflejo en la sociedad. Solo en una minoría de exaltados. La gran
mayoría suele ver con estupor, irritación o indiferencia el lamentable
espectáculo. Y lo que luego vota cada uno poco tiene que ver con la campaña
electoral, a Dios gracias.
Personalmente
me he desconectado durante estos días de todos los medios de comunicación. No
quiero escuchar a nadie. Viendo lo que unos y otros han hecho y están haciendo,
no lo que han dicho ni lo que dicen, tengo suficiente información como para
decidir mi voto.
Y
recuerdo con nostalgia el referéndum para aprobar la Constitución, las elecciones
que ganó Suárez, González… Fueron años hermosos. Era una democracia joven pero
viva y aún limpia. Hasta el 11M. Creo que esa tragedia marcó un antes y un
después en nuestra democracia. La verdad de lo que realmente ocurrió sólo el
tiempo lo esclarecerá algún día.
Y
ahora estamos en ese después sin remedio. Y esperad a las generales.
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