Cuando
estos días nos vemos por la calle y nos preguntamos ¿Qué tal? ¿Cómo estamos?,
contestamos bien, pero es un bien pequeño, triste, que parece fuera de sitio,
quizá lo esté, que reclama una justificación que no encontramos.
Y es
que no estamos bien. La tragedia es demasiado grande, la devastación
inabarcable, el dolor demoledor. Y eso que los que podemos contestar con ese
bien opaco hemos tenido suerte, porque muchos, muchísimos no pueden decirlo ni
podrán decirlo durante muchos años, quizá ya nunca.
La
sociedad valenciana está herida, muy herida, rota. Rota de dolor, rota de
indignación, rota de rabia. Y necesitamos ayuda, consuelo y paz. Es la justicia
que necesitamos ahora. La otra vendrá luego.
Y esa
ayuda y ese consuelo nos ha venido de la gente no solo de aquí, sino de otras
muchas partes de España y de fuera de España. La solidaridad abrumadora
estremece; es la luz en medio de la tiniebla.
¿Y la
paz? También la necesitamos, y peligra. Porque como siempre, y desde el primer
momento, hay quien se aprovecha del horror para saquear comercios y hogares. Y
hay quien, desde sus obsesiones ideológicas, busca sacar provecho político de
lo que está sucediendo. Son peores que saqueadores, porque el daño que provocan
tiene mayores consecuencias. Determinados políticos, medios de comunicación,
grupos radicales, crispan a la gente, juzgando y sentenciando desde sus manías
y prejuicios (que llaman ideología), buscando linchamientos inmediatos.
Esta
gente nos está haciendo mucho daño. Y hemos de pararles los pies de la única
forma posible, ignorándolos.
Cierto
que la naturaleza ha sido brutal. Pero ni la prevención ni la gestión del
desastre se ha hecho bien. Nadie lo ha hecho bien, y estoy seguro que más de
uno lo intentaría, pero sus esfuerzos se perderían en un mar de protocolos,
informaciones cruzadas y decisiones equivocadas.
Primero
seguir ayudando, consolando, preservando la paz que también nos quieren quitar.
Luego, tiempo habrá, deberá analizarse lo sucedido. La parte técnica y la
política. Y tomar medidas. Atreverse a iniciar obras que pueden no inaugurar
los de tu cuerda, con inversiones que no se ven, que no dan votos. Establecer
protocolos ágiles, eficaces. Poner en los centros de decisión gente que no tema
perder su puesto por decretar una alerta roja y que luego no pase nada.
Y
después la otra justicia, la de los tribunales. Y que sea una justicia de
verdad independiente del poder político.
Pero
esa no es la justicia que ahora necesita el pueblo valenciano, la necesita,
pero no ahora. Ahora, la otra. Es justo que nos ayuden, que nos consuelen, que
no nos arrebaten la paz que necesitamos para reconstruirnos. Eso es lo justo
ahora.
Llorar
a los muertos, consolar como mejor podamos a quienes les conocían y querían.
Reconstruir hogares y negocios, calles y plazas. Que todos puedan dormir y
comer; volver a trabajar y al colegio. Reabrir carreteras y puentes, el tren y el metro. Brindar un
futuro a tantos que se han quedado sin nada.
Sí,
eso es lo justo ahora.
Todo
lo demás nos sobra.