Puente militar sobre el Turia, en Ribarroja. |
No
consigo quitarme de la cabeza las palabras que dirigió a unos militares una
individua de cuyo nombre no quiero acordarme, alcaldesa de una importante
ciudad española, y digo española con todas las de la ley; nunca mejor dicho.
Era
como una feria de profesiones a algo así. Los diversos estands ofrecían
información a jóvenes y adolescentes para orientarles en ese momento de sus
vidas en el que tienen que tomar importantes decisiones faltándoles a menudo
información y madurez para tomarlas. Loable y útil iniciativa.
Pues
bien, la susodicha señora les dijo a los militares en cuyo estand informaban de
las múltiples salidas profesionales que el ejército ofrecía, que no eran
bienvenidos allí. Recuerdo la escena. Ella diciéndoselo con una cínica sonrisa
de superioridad. Ellos manteniendo el tipo ante el desplante con medida
discreción. Los periodistas no perdiéndose detalle para informarnos después
cada uno según la servidumbre política del medio en el que trabajan.
Y no
me quito de la cabeza aquella escena porque veo día tras día la impresionante
labor que está haciendo el ejército en Valencia desde que le dejaron intervenir,
intervención que atrasaron los sucios juegos políticos que se desencadenaron
desde el primer momento de la catástrofe.
Rescatar
gente, buscar desaparecidos, construir puentes, abrir carreteras, limpiar
calles, y un sinfín más de tareas que solo ellos con sus medios y su
organización pueden hacer con la máxima eficacia. Fueron una pieza clave en los
momentos más duros y lo están siendo en la reconstrucción.
Claro
que sueño con un mundo donde no hicieran falta los ejércitos, ningún ejército,
pero entonces tendríamos que inventar algo muy parecido. Mientras tanto nos
hacen falta; a la vista está.
Nos
hacen falta, por lo menos, para defendernos de los golpes brutales que la
naturaleza nos da de vez en cuando y ayudar a reconstruirnos después de ellos. O los que podemos darnos nosotros mismos. Y para defendernos también, y esto es triste, de posibles agresiones de países
dirigidos por mala gente.
¡Ojalá
que esto último no tengan que hacerlo nunca! ¡Ojalá! Pero el mundo no es el
país de las maravillas de Alicia. Y actuar como si lo fuera es simplemente
estúpido, señora alcaldesa.
Por
tierra, mar y aire los vemos cada día trabajando para que Valencia pueda volver a
ser lo que era. Helicópteros, camiones, excavadoras, palas y todo tipo de
vehículos son ya habituales en nuestros pueblos y carreteras. Y esto solo debe
llevarnos al reconocimiento y la gratitud. Además, quizá el ver esto, a más de
uno le haga reflexionar sobre la idea que tenía de nuestro ejército.
Pienso,
y acabo ya, si aquella señora hubiera tenido el cuajo de decirles que no son
bienvenidos en el caso de que esta catástrofe se hubiera dado en la ciudad de
la que ella era alcaldesa.
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