Quien
más y quien menos siente la necesidad de ayudar como sea. Estamos viendo en la
tele riadas de gente dirigiéndose a pie a los barrios afectados en Valencia con
escobas, pozales, agua, comida, ropa… Es lo más hermoso, lo más bello, lo más
grande de la condición humana.
Pero
en estos momentos tan duros, en que lo emocional nos impulsa a la acción, hemos
de amarrarnos también a la razón, que una cosa no quita la otra. Ambas se
complementan y permiten entonces una acción eficaz.
Las
autoridades siguen pidiendo que no nos acerquemos en coche a las zonas
afectadas. Hemos de dejar actuar a la Guardia Civil, la Policía nacional y
local, la UME, el Ejército y Protección Civil. Ellos saben qué hacer y cómo, y están
coordinados.
Nosotros
hemos de estar atentos para acudir cuando se nos necesite. Cada uno como pueda,
con lo que pueda. Desde donativos económicos, hasta llevando a los puntos de
recogida, ropa, agua, alimentos, pasando por ir a quitar barro cuando nos digan
que podemos hacerlo y dónde podemos hacerlo.
Ayuntamientos,
parroquias, entidades privadas están creando estos puntos de recogida y
abriendo listas de voluntarios para cuando podamos intervenir.
Esto
va para muy largo. Cuando pasen estos tres días de fiesta, quien pueda vaya
volviendo a la normalidad y los medios de comunicación vayan “olvidando” lo
sucedido, la tragedia continuará muy viva durante mucho tiempo. Y habrá que
seguir ahí, aunque la tele ya no sea un continuo recordatorio del horror que
estamos viviendo, porque habrá una larga y durísima tarea por delante.
Y algo
más podemos hacer, al menos los creyentes. Gritarle a Dios lo que Jesús le
gritó en la cruz, Padre por qué me has abandonado. Padre, por qué nos has
abandonado, por qué les has abandonado. Y llorar si nos hace falta. Y ponernos
en sus manos sin entender el porqué de tanto dolor, de tanta destrucción y de
tanta muerte.
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