Cada vez que paso por el puente militar
sobre el Turia y veo lo que era y lo que es, no puedo evitar un
estremecimiento. Ese fatídico 29 de octubre, hacia las ocho de la tarde, aún
fuimos a ver cómo bajaba el río. El nivel ya era muy alto dejando poco espacio bajo
los arcos del puente viejo. Además se veía subir por momentos. Nos fuimos
preocupados y asombrados por la magnitud de la riada, pero sin imaginar todavía
las devastadoras consecuencias que estaba teniendo ya unos pocos kilómetros al
sur.
Sí, era agradable el paraje. En verano
se llenaba de gente que venía a bañarse y a pasar el día. La vista del pueblo
desde allí era muy bonita. En el largo camino que desde Villamarchante llegaba
hasta Valencia, era este uno de los puntos más emblemáticos.
Nos quedamos sin puente lo que fue un
verdadero problema para mucha gente, no comparable desde luego al que otras
muchas personas han sufrido y siguen sufriendo. También nos quedamos sin
paisaje, sin ese amable paraje a la sombra del puente viejo.
Y eso tardará en volver. Pero el puente
vino pronto gracias a unos Reyes Magos que se adelantaron al 6 de enero; la UME
y el ejército de tierra, trabajando noche y día, reabrieron el tan necesario
camino al norte. Y siguen en la faena, porque aún hay mucho que hacer.
Estas Navidades las van a pasar aquí.
Seamos acogedores y agradecidos con toda esta gente que habiendo querido estar
con nosotros desde el primer momento, se han entregado en cuerpo y alma para
ayudarnos a superar un golpe de la naturaleza tan brutal.
Sean pues bienvenidas todas las muestras
de aprecio y gratitud que desde particulares e instituciones brindemos a toda
esta gente que tanto bien nos está haciendo.
A todos ellos nuestro más profundo
agradecimiento y el deseo de que gocen de unas muy felices fiestas. Y de que sus
vidas, orientadas al servicio a los demás, alcancen la plenitud a la que nos
llama el verdadero sentido de la Navidad.
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