Siempre,
cuando pasa algo malo, del calibre que sea, tendemos a simplificar, porque
simplificando es mucho más fácil manipular la realidad y de este modo encontrar la cabeza de turco de turno, siempre
necesaria para calmar los ánimos y pensar que hemos hecho justicia, y lo que es
peor, creer que esa justicia ha servido para algo. La DANA está siendo
un buen ejemplo de esto que digo, bueno y triste.
Una
catástrofe como la ocurrida no tiene una única causa. Casi nada la tiene, pero
una barbaridad como esta, menos.
Voy a
intentar explicar, según mi forma de ver las cosas, las causas que desencadenaron
los acontecimientos del 29 de octubre, acontecimientos que nunca olvidaremos y
que pesarán en la historia de Valencia durante muchos, muchos, muchísimos años.
Primera
causa. Una situación meteorológica absolutamente excepcional de las que se dan
pocas veces en un siglo, pero que inevitablemente se dan. Tal y como está ahora
el territorio sobre el que se produjeron las inundaciones ningún gobierno
hubiera podido alcanzar el objetivo de cero víctimas o reducir sustanciosamente
los daños materiales.
Segunda
causa. Las montañas deforestadas. La sierra de Chiva, donde nace el barranco
del Poyo, antaño se llamaba la sierra de los Bosques. Sucesivos incendios los
arrasaron. Sin árboles, las lluvias arrastran la tierra quedando la roca al
desnudo. Y la roca escupe el agua. Una precipitación sobre un bosque es
parcialmente absorbida por los árboles, y el agua que les sobra llega más tarde
y más lentamente a los barrancos.
Tercera
causa. La construcción de zonas residenciales, polígonos industriales y vías de
comunicación en zonas inundables sin las infraestructuras necesarias para
defenderse de las posibles inundaciones. Estas zonas eran antiguamente
agrícolas y su población mucho menor que la actual.
Cuarta
causa. Equipos técnicos con falta de formación o medios y/o con servidumbres
políticas que fueron incapaces de prever lo que sucedía y alertar a tiempo. En
estas circunstancias los políticos actúan según informan los técnicos. Son ellos
los primeros responsables de detectar e informar con celeridad y claridad.
Quinta
causa. Una ciudadanía cansada de errores en las previsiones meteorológicas y
que, por decirlo claro, ya no se cree nada cuando hablan del tiempo. Y más en esta zona del Mediterráneo donde el tiempo es especialmente difícil de
predecir. Aunque hubieran avisado con más contundencia y premura, el cuento de
Pedro y el lobo hubiera seguido estando presente en mucha gente.
Sexta
causa. Un desconocimiento generalizado del territorio. El vivir de espaldas a
la naturaleza, se paga. Que no llueva en el pueblo no significa que no se pueda
desbordar el barranco que lo cruza. Hubo dos zonas cero, la de la precipitación
y la de la inundación. Ante la naturaleza desatada una sociedad que sea
consciente de ella y la conozca puede defenderse mejor. La mentalidad urbanita,
presente incluso en muchos pueblos, nos hace más vulnerables.
Séptima
causa. Un sistema de alertas farragoso y complejo que hace muy lenta la
trasmisión y verificación de la información que debe pasar de los técnicos a
los políticos. Este fue también uno de los grandes problemas de aquel día. Creo
que quedó demostrado que el sistema es del todo ineficaz.
Octava
causa. Para mí las más terrible y demoledora. Unos políticos que anteponen sus
intereses partidistas al bienestar de los ciudadanos. Si en Madrid y Valencia
el gobierno hubiera sido del mismo partido, otro gallo hubiera cantado y
estaría cantando. Y esto es tan grave que causa una profunda herida muy difícil
de curar, y que a la larga genera enfrentamiento social, desprestigia las
instituciones y pudre las raíces de la democracia y del estado de derecho.
No. No
es cuestión de buscar cabezas de turco. Es cuestión de que analicen técnicos y
políticos, por encima de partidismos, todas las causas de la catástrofe, y de que busquen soluciones
para cada una de ellas en la medida de lo posible. Porque no todo será posible.
Hay cosas ya mal hechas que no se pueden revertir, y otras que no están en
nuestras manos, porque la naturaleza siempre tendrá la última palabra y cuando
desate sus fuerzas, aun haciéndolo muy bien nosotros, nos hará sufrir.
Estas situaciones son muy complejas, nada es simple. Por eso, lo que me parece inadmisible es que después de tanta devastación y
tanto dolor se reduzca todo para “los de derechas” a que quien lo ha hecho muy
mal es Sánchez y el Gobierno central, y para “los de izquierdas” Mazón y el
Gobierno autonómico. Y que ahí se queden.
Desolador.
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