1.-CONOCER:
1.1 ¿Qué es realmente un niño?
2.-PREVENIR:
2.1 Desde la cuna.
3.-INTERVENIR:
3.1 Acuerdo total papás.
3.2 Control de la familia extensa.
3.3 Control de otros agentes educativos.
3.4 Coherencia en nosotros. Hacer lo que
decimos.
3.5 Normas claras y concretas. Las precisas.
3.6 Hablar poco. “No comerle el coco”.
3.7 Ignorar conductas no deseadas. Reforzar
las deseadas.
3.8 No mostrar que controla nuestro estado de
ánimo.
3.9 No exigirle lo que no somos capaces de
hacer nosotros.
3.10 Valorar si vale la pena “entrar en
combate”.
En
muchas ocasiones nos pasa que lo que tenemos más cerca es lo que más borroso
vemos, lo más cotidiano lo que menos conocemos, y lo que es peor, como lo
tenemos tan cerca y es tan cotidiano, creemos que lo vemos perfectamente y que
lo conocemos mejor aún. Y claro, como todos actuamos sobre las personas y las
cosas según el conocimiento previo que de ellas tenemos, así nos luce el pelo.
¡Y
qué más cotidiano que un niño, que nuestro niño! ¡Ojo, mucho ojo! Porque
actuaremos sobre el niño según lo que pensemos que son los niños en general y
el nuestro en particular que, aunque nos lo parezca, no será tan diferente. Por
eso, esta pregunta no es una tontería. Pienso que papás y “profes” tendrían que
hacérsela antes de ser papás y “profes”, y luego, de vez en cuando, revisar la respuesta
que en su día dieron.
Por
si a alguien le sirve, voy a dibujar aquí un boceto de lo que pienso que es un
niño, de los muchos que podrían dibujarse. Es un retrato pobre, pero igual vale
para algo, ¿no?
Vamos
por partes.
Primer
trazo del boceto, el principal: es un hijo de Dios, con la misma dignidad y
derecho a la felicidad que todo hijo de Dios. Y si el amable lector no es
creyente, que ponga, en vez de hijo de Dios, un ser humano. Es lo mismo.
Otro
rasgo que a menudo se nos olvida: un ser inteligente. Inteligente ya desde la
cuna. Y cuidado, sucede a menudo que es más inteligente que nosotros. Aunque no
sepa más que nosotros; aunque no tenga nuestra experiencia. Puede ser más
inteligente el hijo que el padre, o el alumno que el “profe”. Y de hecho muchas
veces lo es. Y actúa en consecuencia.
Un
tercer rasgo que, combinado con el segundo, es una bomba. No es ni bueno, ni
malo. Se es bueno o malo cuando se actúa o no de acuerdo a un código moral. Y
el niño con uno, dos, tres, cuatro años no lo tiene. Lo va a ir adquiriendo (o
no) a lo largo de su infancia y lo madurará en la adolescencia y juventud.
Conclusión.
Un ser inteligente sin código moral… ¡Qué miedo! Sí, sí, miedo porque si no es
debidamente acompañado, si no va paso a paso haciendo suya una moral, una
ética, si no va viviendo unos valores, será egoísta, egocéntrico, manipulador,
tramposo… y una larga lista de horrores que demasiada gente conoce y sufre a
diario. La inteligencia sin moral nos conduce al infierno.
Y
ya está. Un boceto bien simple, pero con tremendas consecuencias. Un niño es
capaz de traer a un hogar la alegría, la concordia, la consolidación de la
familia, la vida, porque el niño es vida en estado puro; pero también puede
traer la tristeza, la división, la destrucción de su propio entorno, la muerte
en definitiva, dejando a su paso amargura y desolación.
Y en
cualquier caso, el niño será inocente, al menos en un principio, porque en
realidad y casi siempre (hay excepciones) nos devuelve lo que le damos. Si
nuestra vida con él se basa en el amor, la entrega, el respeto, la honestidad,
el esfuerzo, la alegría, el diálogo, nos lo devolverá, poco a poco nos lo
devolverá. Crecerá aprendiendo a querer, a ayudar, a respetar, a ser honesto, a
esforzarse, a ser alegre, a dialogar. Y, pese a todas las dificultades que
tiene educar, nuestra vida con él tendrá un presente feliz y estará preñada de
esperanza.
Pero
si por el contrario no crece envuelto en estos principios, estos valores, nos
encontraremos con el horror que hemos sembrado nosotros mismos. De aquellos
polvos vinieron estos lodos, dice el refrán.
Demasiadas
sandeces se han dicho sobre los niños. Que son buenos por naturaleza: mentira.
Que son crueles y egoístas, también por naturaleza: mentira. Que hay que dejarles
crecer libremente y cuando sean mayores ya elegirán: mentira y gorda. Que hay
que adoctrinarles haciéndoles fotocopia de nosotros mismos: mentira también.
¿Qué
es un niño? Un hijo de Dios, un ser humano, que no ha pedido venir al mundo,
pero está en él. Inteligente y expuesto desde la cuna al bien, a la belleza, a
la vida; pero también al mal, al horror y a la muerte. Y durante un tiempo, está
en nuestras manos. Y tiene el derecho a ser feliz.
Pero, ¿cómo lograr que sea feliz? Desde luego dejándole hacer lo que le dé la gana, satisfaciendo todos sus deseos, riendo todas sus monadas, no. Rotundamente ¡no! Ése es el camino del infierno. Hablaremos de todo esto y más en próximas entregas.
Pero, ¿cómo lograr que sea feliz? Desde luego dejándole hacer lo que le dé la gana, satisfaciendo todos sus deseos, riendo todas sus monadas, no. Rotundamente ¡no! Ése es el camino del infierno. Hablaremos de todo esto y más en próximas entregas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario