Este sábado pasado celebramos en casa el 21
aniversario de las llamadas “cenas jueveras”, aunque era sábado. Podía haber
sido otro día, pues el día exacto en que empezamos se pierde en “la noche de
los tiempos”, pero el año sí fue el 1991.
Así pues, alguna noche del año 1991 empezamos un
amigo, una amiga y yo a cenar juntos y después a jugar al póquer a lo “far west”
pero con dólares falsos, claro. Muy pronto vino también “la amiga más que
amiga” del amigo. Hoy, veintiún años después la amiga es mi mujer y “la amiga
más que amiga de mi amigo” es su mujer.
Y hoy veintiún
años después seguimos quedando todos los jueves del año a cenar en casa, aunque
ahora ya no jugamos al póquer. Hablamos, nos reímos, compartimos…es bonito.
A lo largo de todo este tiempo ha ido pasando mucha
gente. A algunos el devenir de la vida les ha llevado por otros caminos y ya no
les vemos el pelo, otros vienen de vez en cuando, y otros nos vemos casi todos
los jueves. Así, hay veces que somos seis o siete, otras doce, trece, a veces
dieciocho o veinte. Poco tiempo fuimos solo cuatro.
Diferentes en edad, en profesión, en… estado civil
(hay de todo), nos lo pasamos muy bien juntos. Disfrutamos de los amigos. Y
disfrutamos de ver que el paso del tiempo no disuelve los lazos que se han ido
creando; y sabemos que no los disuelve porque, como dice la famosa frase,
“recorremos con frecuencia la senda de la amistad para que no crezca la
vegetación en ella y la haga intransitable”. No se quien lo dice pero tiene
razón. La recorremos cada jueves, por lo menos.
Los pitufillos, que poco a poco han ido viniendo, nos
recuerdan, por si se nos olvida, que ya han pasado muchos años desde que
empezamos, allá en el piso de la plaza.
Y es que justamente, uno de los placeres de la vida,
es disfrutar de los amigos, días, meses, años. Ir así creciendo, madurando,
envejeciendo. Y si es alrededor de una mesa, mejor que mejor. Así al placer de
la amistad se le une el placer del buen comer. Ambos placeres son muy sanos y
se complementan de maravilla.
Recientemente leí un libro titulado El frío modifica
la trayectoria de los peces, que recomiendo muy vivamente, que me hizo caer en
la cuenta de algo muy importante, y que no solemos tener en cuenta. La
trayectoria vital, la vida de las personas que nos rodean, modifican la
nuestra, aunque no nos demos cuenta de ello.
Años y años de nadar juntos. Y el deseo de seguir
haciéndolo. Es bonito saber que la gente a la que quieres y que te quiere,
modifica sin saberlo tu trayectoria en la vida y tú la de ellos. Es bonito.
¿Y lo del
frío? Leed el libro. Es agradable, tierno, optimista, vital. Además se lee
pronto. Es de Pierre Szalowski.
Saludos, jueveros.
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