Entre Altura y Alcublas. |
Entre Alcublas y Sacañet. |
Entre Alcublas y Andilla. |
Entre Alcublas y Gátova |
Ya decía en la entrada titulada “el otoño triste” que hay que ir a al monte quemado. Hay que ir. Su gente nos necesita, la tierra nos necesita.
Ya sé que es desagradable, feo de ver, muy triste. Que indigna, que cabrea y que duele. Pero si de verdad quisimos aquellos montes verdes, gozamos viéndolos nevados, nos pilló la noche o el amanecer en ellos; si almorzamos, comimos o cenamos en sus pueblos rodeados de una naturaleza viva, no podemos abandonarlos ahora.
Hace ya muchos años, un alumno enamorado de un compañera, me dijo en plan confidencia: “la quiero tanto, que si por un accidente, Dios no lo quiera, se quedara calva, fea y deformada la seguiría queriendo igual, o más”. Es textual. La frase se me quedó grabada. Ahora, en este contexto tiene también un gran significado. Ahí la tenéis: calva, fea y deformada. Son las palabras exactas de mi alumno.
Sí, hemos de ir nosotros y hemos de llevar a los niños. Sé de gente que, con muy buen criterio, ha llevado a sus hijos a ver el monte quemado. Y los niños han dicho: “Vámonos, aquí no se está bien, es feo”. Pero hay que hacerlo. Es la forma de que conozcan, valoren y, en cuanto puedan, actúen en la línea de la vida. Y hay que enseñarles también las higueras rebrotando, las hierbas nuevas asomando en la tierra negra, los olivos y los pinos que se agarran a la vida con unas pocas ramas verdes. Y alegrarse con este renacer lento de la naturaleza. ¡Qué bonito ir de vez en cuando a ver con los niños cómo la muerte no tiene la última palabra! Y luego, almorzar en un bar del pueblo, como cuando era bonita la carretera hasta él.
Alcublas ha sido una de las grandes víctimas (hay más) de esta catástrofe. Todo su término municipal está calcinado. Todo. Era muy hermoso, estaba muy cuidado. Caminos y senderos muy bien señalizados nos llevaban a rincones encantadores, y desde sus altos, los días claros se veían, se ven (esto no nos la han quitado) inmensos panoramas; pueblos, ciudades, sierras, campos, el mar…
Hay en Alcublas un lugar al que quiero nombrar en este blog, al que como a tantos otros, le tengo un gran cariño. Es “El collao de la Seca ”, situado en el collado del mismo nombre. Está, yendo desde Liria o Casinos, al acabar las curvas, a la derecha. Está bien señalizado. Pequeña casa rural (6 habitaciones) construida y decorada con muy buen gusto y restaurante con una excelente cocina. Trato amable y familiar. Desde el comedor el panorama es soberbio. Por la noche, un manto de luz se pierde hasta el mar, donde brillan intermitentemente los faros de la costa y si os quedáis a dormir, desayunar una mañana de invierno en la estancia acristalada que hay junto al comedor, no tiene precio.
El esfuerzo, el trabajo y la ilusión de una familia. Ahora “El collao de la Seca” es una pequeña isla verde (los pinos más próximos no se quemaron) en medio de la desolación. No es justo. No podemos permitir que el mal se lo lleve todo por delante. Ya se ha llevado millones de árboles, de plantas, de animales. Que no se lleve el trabajo, el esfuerzo y la ilusión de tanta gente.
Hay que ir a Alcublas, y a Oset, y a Venta Gaeta, y a Chulilla, y a Bugarra… aunque nos duela. Es lo primero que hay que hacer.
Y ojo, que ahora está más feo todavía que antes. Las recientes lluvias, arrastrando tierra y ceniza, han cubierto caminos, hondonadas y campos de un manto negro, semejante al alquitrán, semejante a un extraño chapapote. Pero de éste no habla nadie...
NOTA: Ahí van los teléfonos de “El collao de la Seca ” por si alguien quiere ya pasar a la acción:
96 2704242 / 96 2118336.
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