El horror en estado puro, el absurdo absoluto, el
sinsentido sin paliativos, la desolación…y después el silencio. No se me ocurre
ninguna palabra, ningún razonamiento. Sólo el silencio.
Habrá que analizar las causas, buscar soluciones,
pero ahora es tiempo de silencio. Y de dejar que, desde lo más hondo del
corazón, nos surja ese grito de rabia infinita, ese ¿por qué?... que parece
acabarse en sí mismo.
Los veinte niños, sus seis profesores, sus seres
queridos, la Navidad
próxima, se juntan en un cuadro absurdo y sobrecogedor, que nos asoma a un
vacío oscuro, a un abismo sin fondo, a una tristeza infinita…
Cuando me enteré el mismo viernes 14 de lo sucedido,
me acordé enseguida de unas viñetas de Cortés, ya antiguas, que he buscado y
encontrado, y que hago mías en estos momentos. Hay que añadir a la penúltima
“…y he visto en Connecticut…”, para gritar en la última “Por favor: ¡Existe,
Dios!!”.
¡¡¡Por favor, existe Dios!!! Es la única forma de ver
algo de luz, en medio de la noche. Es Cristo en la Cruz , diciendo desde lo más hondo
del dolor “Padre, por qué me has abandonado”. Pero diciéndolo de verdad. Y como
respuesta…el silencio.
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