FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

viernes, 10 de marzo de 2017

El circo del autobús naranja.


¿Que qué pienso del autobús naranja, ese de los penes y las vulvas, ése que ha dado tanto que hablar estos días? Pues nada, que es una solemne majadería, un despropósito. Ahora bien, tengo muy claro que es la respuesta a un estímulo no menos majadero, la respuesta a otro despropósito.
Es muy frecuente que a una imbecilidad respondamos con otra, a no ser que nuestra categoría intelectual y moral esté muy por encima de los que han lanzado la imbecilidad “estímulo”. Este no es el caso, desde luego. Por eso anda por ahí, si le dejan, el autobús naranja, confundiendo sexualidad con genitalidad y olvidando que el órgano sexual por excelencia es el cerebro y que el cerebro humano es extraordinariamente complejo.
Y por otra parte pienso que se tiene que ser, por parte de nuestros gobernantes actuales, poco inteligente o tener muchas ganas de “tocar los cojones”, o ambas cosas, para seguir urgando de un modo obsesivo, incluso obsceno, en la cuestión sexual. Dicen, demagógicamente, que estas campañas y leyes “tocapelotas” son por el bien de esas minorías que tanto sufren por su identidad u orientación sexual, por evitar vidas desgraciadas, suicidios y demás calamidades.
¿Sabéis lo que os digo? No me creo nada. Creo que realmente no les preocupan esos niños y jóvenes a nadie; es una tapadera. Hay otras prioridades de carácter político e ideológico ocultas y no reconocidas. Y son esas inconfesables prioridades las que mueven campañas y legislaciones. Por ambas partes.
Si a los que mandan ahora, de verdad les preocuparan esas personas diferentes en cuanto a su sexualidad, les preocuparían también las que lo son en cuanto a lo cultural, a lo psicológico, a lo intelectual, a lo social, a lo lingüístico, a lo ideológico… Les preocuparía cualquier “personita” que por ser distinta es rechazada. Y entonces no harían campañas, ni sacarías leyes específicas sobre cuestiones exclusivamente sexuales, sino sobre la integración de todos los alumnos (y no hace falta decir alumnas) sea cual sea su peculiaridad.
Y dirán que sí, que lo hacen. Usarán ufanos la palabra inclusividad, tan de moda. Pero no. Porque no está solo el niño que se siente niña, o la niña que se siente niño; ni el afeminado o la niña demasiado viril; ni el adolescente que descubre que le gusta su amigo. A ellos todo mi respeto y mi apoyo a su libertad de ser ellos mismos. Pero no olvido a ese alumno brillante que se sabe solo y oculta su capacidad. O al muy limitado que lo intenta y nunca llega. Tampoco a los niños que no les gusta el fútbol, ni falta que les hace, ni a las niñas que juegan muy bien, y no pueden. Ni los de papás separados que se llevan a muerte. Ni a los que tienen perfiles psicológicos peculiares, intereses atípicos. Ni a los que viven en familias de una religiosidad muy honesta o a los que nada conocen de eso o incluso han sido envenenados con prejuicios y mentiras. Tampoco olvido a los hay que van a estar aquí, en Valencia, solo unos años y han de estudiar, sí o sí, en una lengua que no es la suya y para poco les va a servir luego…
En fin, diversidad, pluralidad. Y derecho a un lugar bajo el sol sea cual sea tu forma de ser persona. Tu cultura, tu religión, tus rasgos psicológicos, tus aficiones, tu capacidad intelectual, tu origen social, tu lengua, tu identidad sexual…
Lo que necesitamos es respetar al diferente. No sólo al sexualmente diferente, sino a cualquier persona que sea diferente. También a los que son diferentes lingüística o ideológicamente. Y aquí está, en la lengua y la ideología, la piedra de toque que pone en evidencia a quienes estando ahora en el poder hablan tanto de tolerencia, respeto, inclusividad pero ¡ojo! sólo en los ámbitos que a ellos les interesa.
¿Por qué no somos capaces de llegar a una sociedad de verdad plural, abierta y respetuosa? Por eso, por esa incoherencia esencial, por esa interpretación simplona y maniquea de la realidad, no me creo nada de nada. No me creo ni a unos ni a otros.
En esta tierra por donde “cruza errante la sombra de Caín”* esto no es nuevo. Estamos como siempre. 

*Acertadísima frase de Antonio Machado en su poema Por tierras de España.

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