Tal
día como hoy, en el año 1980, murió en Alaska, en un accidente aéreo, Félix
Rodríguez de la Fuente. Yo tenía por entonces 25 años y aún recuerdo de un modo
muy vivo el impacto que la noticia me causó.
Quiero,
en estas breves líneas, rendirle un sentido y sincero homenaje, porque aquel
hombre fue para mí, junto a mis padres, quien me abrió las puertas de la
naturaleza.
Recuerdo
sus programas en la tele y la inolvidable enciclopedia editada por Salvat,
llamada Fauna, que compré por fascículos y que me leí íntegramente. El cuidado
con el que trataba y conservaba aquellos libros aún es hoy motivo de amable
cachondeo por parte de mi hermano.
Nunca
fui buen estudiante (hasta la universidad, en que empecé a serlo) y además no
me gustaba el fútbol ni el baloncesto, deporte éste último estrella en el
colegio donde estudiaba. Además era flaco y “desgarbao”. Pocos recuerdos gratos
tengo de mi vida escolar. Me ahogaba.
Las
salidas al campo con mis padres, y Félix Rodríguez de la Fuente me dieron el
aire que me faltaba. Y descubrí pronto que allí, en el campo y en el monte, era
feliz. Y estoy convencido de que aquel descubrimiento, de algún modo, me salvó
la vida. Luego me encontré con los Pirineos y me dije: "sí, esto es lo que
andaba buscando". Y hasta hoy.
Por
eso, este 14 de marzo, quiero recordar y agradecer públicamente a Félix
Rodríguez de la Fuente la impronta inolvidable de su vida en la mía. Y me
gustaría hacerlo compartiendo un texto suyo perdido en su enciclopedia Fauna,
pero que para mí tenía y tiene una inmensa belleza y un profundo significado.
La lástima es que justamente el tomo en el que estaba no lo encuentro por
ninguna parte, pero lo recuerdo a grandes rasgos.
Dice
algo así como, "el fuego que crepita en nuestros refugios invernales nos
recuerda a ese otro fuego que iluminó el rostro de nuestros antepasados
cuaternarios, y nos traslada al bosque de las brujas y de los gnomos, al bosque
de los osos y de los lobos, al bosque de la libertad perdida…" Decía algo así.
¡Cuántas
veces, antes de volver al cole, sobre todo por la tarde, leía estas palabras
que se quedaban resonando en mi mente el resto del día! Sobre todo eso del
bosque de la libertad perdida.
¡La
libertad perdida!
¡Gracias,
amigo Félix! ¡Gracias!
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