FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

viernes, 24 de marzo de 2017

Personas desarraigadas, tierras perdidas.

Testigos de un pasado que no volverá.

Escuchaba ayer en la radio una entrevista a Alejandro López Andrada sobre su última novela, El viento derruido, y no pude menos que sentirme en total comunión con él, aún sin haberla leído todavía.
Sé de pueblos muertos, de masías perdidas, de campos yermos, de caminos olvidados. Es el progreso, dicen, pero como en otras muchas ocasiones, la palabra progreso, en esto, también es equívoca, con significados confusos y hasta claramente contradictorios.
El mundo rural se descompone irremediablemente, y no son sus gentes los culpables. La mayoría de las veces abandonan la tierra que les vio nacer en contra de su voluntad y marchan a otra tierra donde echar raíces si no ellos, al menos sus hijos. A ellos les queda ese desgarro íntimo de haber tenido que dejar ese lugar en el mundo que les vio nacer.
Ellos son víctimas de decisiones miopes y torpes, determinadas por criterios estrictamente económicos y previsiones a muy corto plazo. Y por un profundo desprecio a la naturaleza por muy ecologistas que se sientan quienes toman estas decisiones.
Y la solución no es el turismo rural, ni los parques naturales, ni los eventos puntuales, ni los puentes y las vacaciones. Eso no va a impedir, por mucho que se empeñen, que nuestro medio rural quede despoblado y perdido. Su destino es el abandono y el olvido.
La solución sería garantizar a la gente que vive en el campo el acceso a la educación y la sanidad en las mismas condiciones que disfrutan los que viven en entornos urbanos. Si en un pueblo los niños pueden ir al colegio hasta los 16 años y cuando hay una urgencia sanitaria se responde con inmediatez, la creación de puestos de trabajo vendría por añadidura. Mucha gente de las ciudades y de los pueblos grandes regresaría a su tierra si se dieran estas  condiciones, y los que aún aguantan allí, no se marcharían.
La LOGSE, entre sus muchísimos errores, tuvo el de asestar un golpe mortal al mundo rural. Forzó a muchas familias a trasladarse al pueblo grande o a la ciudad, donde estaba el instituto, con tal de evitar el internado o el viaje diario en autobús del niño desde los 12 años. Yo he visto a un autobús escolar parado en una carretera nevada esperando a que recogieran a los niños en varios vehículos todo terreno para llevarlos a casa.
Por otra parte, el sistema sanitario, en un país con una geografía y un clima como el nuestro, debería garantizar que el acceso a un hospital, en caso de urgencia, se diera en un tiempo mínimo se saliera de donde se saliera. No es así. Nuestro sistema sanitario, muy bueno en muchos aspectos, no contempla el mundo rural. Hay pueblos donde si tienes un infarto las posibilidades de llegar con vida a un centro sanitario son casi nulas.
Y lograr esto no sería ni tan caro ni tan difícil, creo yo. Es más cuestión de voluntad y creatividad. Hay que querer de verdad preservar nuestro medio rural y tener iniciativas creativas para hacerlo. Pero claro, para eso, es menester salir del confort de nuestras ciudades y reconocernos dependientes del medio ambiente al que ignoramos, aunque nos divirtamos en él.
No podemos convertir la naturaleza en la que vivimos en un parque de atracciones donde pasar bien nuestro tiempo libre, y a los habitantes de los pueblos en ciudadanos de segunda. Y es lo que estamos haciendo. Y lo hacemos por un profundo y no reconocido desprecio hacia el mundo rural y hacia esa naturaleza de la que, en definitiva, dependemos. Y lo pagaremos. Estas cosas se pagan. Ya lo estamos pagando.
Leeré el libro El viento derruido y os contaré.


No hay comentarios:

Publicar un comentario