Hace
unas horas, cuando faltaba un minuto para las once y media, ha entrado la
primavera. Atrás dejamos un invierno que si no ha sido como los de antes, se ha
parecido un poco, al menos por estas tierras. Un invierno que, parece ser, ha puesto punto final a la larga
sequía que sufríamos.
El
monte está que se sale, y si sigue lloviendo con más o menos regularidad, nos
regalará una primavera de cuento. Los almendros ya están verdeando tras unas
semanas cargados de flores. Las aliagas, amarillas, y el romero verde y azul
crean combinaciones hermosísimas. Las jaras llenan de color muchos rincones. El suelo, verde, empieza a llenarse de flores
y las amapolas destacan con su rojo rotundo en campos y ribazos.
El
último atardecer del invierno, ayer, sé que fue espectacular. No lo vi, pero
presentí su belleza viendo las nubes altas en el cielo azul entre las que el
sol se acercaba al ocaso. Y la noche, fresca, iluminada por el fuego de las
fallas fue como un bonito punto final a la estación que se acababa.
Sea
la primavera dichosa para todos y amable con los campos, los bosques y los
montes.
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