Dice
la biblia, la misericordia se ríe del juicio (St.2,13). Es
esta una alentadora y esperanzadora afirmación. Que la misericordia sea más
fuerte que la justicia nos da aliento y esperanza. Pero esta vez no ha sido
así, la naturaleza no ha sido así. Se ha quedado en la justicia, y una justicia
sin misericordia.
Titulaba
la entrada en la que avanzaba el tiempo de esta semana justicia meteorológica.
Y sí, ha habido justicia. Tras meses y meses de una implacable sequía que
estaba llevando al monte y al campo a una situación insostenible, que vaciaba
embalses, secaba acuíferos, fuentes y arroyos, llueve, y llueve tierra adentro,
donde debe llover, porque lo que cae en la costa poco hace, pronto se va al
mar.
Sí, durante muchos meses llovía en todas partes, y mucho, menos por aquí. Era decepcionante y
desesperante. Por fin ha llovido. El monte, los campos, los embalses, los
acuíferos, las fuentes lo agradecerán. Árboles, plantas y animales revivirán
tras mucho tiempo de tan solo sobrevivir. Era lo justo. Que lloviera también
aquí.
Pero ha
sido justicia sin misericordia.
El
precio ha sido altísimo, excesivo, inasumible. A este precio no. La catástrofe
es inmensa. Las pérdidas materiales brutales, la incidencia en la vida de miles
y miles de personas ahora y durante largo tiempo, tremenda; y lo peor, las
vidas que se ha llevado el agua, lo más doloroso, lo que no tiene
reparación posible.
Se
hablaba, y con razón, que la sequía era tan grave que un gran temporal de
levante haría menos daño que el daño que la falta de agua estaba haciendo. Pero
este ha sido demasiado; comparable al del 57 que provocó la gran riada de
Valencia y que hubiera vuelto a provocar lo mismo si no fuera por el Plan Sur (algo
bueno hicieron entonces también, ¿no?), o al temporal del 82, el de la pantanada de Tous.
Sí, ha
habido justicia pero sin misericordia.
¡Y qué
triste es la justicia sin misericordia!, que injusta en el fondo. Pero a la
naturaleza no podemos pedirle otra cosa; es tan bella como brutal, tan
magnífica como insensible. Nos da la vida y nos da la muerte.
Se acabó la sequía. Ya llevamos 429 litros este año; nos acercamos a la media.
Justicia
sin misericordia.
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