DECEPCIÓN
Fue la palabra del día, del sábado, 7 de septiembre de
2013. Yo, trabajando en educación como trabajo, estoy acostumbrado a este
sentimiento, aunque en el fondo, en realidad, nunca acabo de acostumbrarme. ¡Y
menos mal! Siempre me queda un resto de esperanza que impide que la tristeza
que destila la decepción lo esterilice todo, poco a poco, haciendo de mí un
campo yermo.
Pero hoy ya es 8, domingo. Es el día después. Pasado el primer impacto,
hay que rehacerse. Mirar adelante y continuar caminando con la esperanza de que
sin Olimpiadas, también podemos llegar al 2020 mucho mejor que estamos ahora. ¡Faltaba más!
A mí siempre me ha servido mucho, cuando la tristeza
de la decepción se hace demasiado densa, releer este conocido poema de R.
Kipling, que a continuación transcribo y que me recuerda que es posible superar lo insuperable, sacar fuerzas de donde no hay, ser fuerte en la debilidad, esperar contra toda esperanza...
Si guardas en tu puesto, la cabeza tranquila,
cuando todo a tu lado es cabeza perdida.
Si tienes en ti mismo una fe que te niegan
pero nunca desprecias las dudas que otros tengan.
Si esperas en tu puesto, sin fatiga en la espera.
Si engañado, no engañas,
Si no buscas más odio, que el odio que te tengan...
Si eres bueno y no finges ser mejor de lo que eres.
Si al hablar no exageras lo que sabes y quieres.
Si sueñas, y los sueños no te hacen su esclavo.
Si piensas y rechazas lo que piensas en vano.
Si tropiezas el triunfo, si llega tu derrota,
y a los dos impostores les tratas de igual forma.
Si logras que se sepa la verdad que has hablado,
a pesar del sofismo del orbe encanallado.
Si vuelves al comienzo de la obra perdida,
aunque esta obra sea la de toda tu vida.
Si arriesgas en un golpe y lleno de alegría,
tus ganancias de siempre, a la suerte de un día,
y pierdes, y te lanzas de nuevo a la pelea,
sin decir nada a nadie de lo que es y lo que era.
Si logras que tus nervios y el corazón te asistan,
aún después de su fuga, de tu cuerpo en fatiga,
y se agarren contigo cuando no quede nada,
porque tú lo deseas y lo quieres, y mandas.
Si hablas con el pueblo y guardas tu virtud.
Si marchas junto a reyes con tu paso y tu luz.
Si nadie que te hiera, llegue a hacerte la herida.
Si todos te reclaman y ninguno te precisa.
Si llenas un minuto envidiable y cierto,
de sesenta segundos que te lleven al cielo...
Todo lo de esta tierra, será de tu dominio,
y mucho mas aún, serás un hombre, hijo mío.
Es momento de ponerse de nuevo manos a la obra. Hay
mucho que hacer. Sin Olimpiadas, sigue habiendo mucho que hacer.
“…y pierdes, y te lanzas de nuevo a la pelea,
sin decir nada a nadie de lo que es y lo que era.”
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