Hace tiempo
escuché o leí, no recuerdo bien, una historia que me impactó. Contaba que en la
II Guerra Mundial, en un campo de
concentración, ahorcaron a un grupo de prisioneros ingleses delante del resto,
como represalia por algo que… no viene a cuento.
Uno de los que
estaban siendo ahorcados, un soldado muy joven, por algún motivo, tardaba
muchísimo en morir. Uno de los prisioneros que contemplaba el horrible
espectáculo, decía entre dientes, “¿dónde está Dios?¿dónde está ahora Dios?”
Entonces, alguien, asumiendo el riesgo que eso suponía, volviéndose al otro, le
contestó, “¿qué no lo ves? está ahí” y señaló al joven soldado que agonizaba
colgado de la cuerda.
Esta historia
me viene muchas veces al pensamiento. Creo que es muy clara y su profundidad,
impresionante. Sí, yo creo que Dios estaba colgado de esa cuerda, como está en cada hombre que sufre. Y creer esto de verdad tiene tales
consecuencias, tan radicales, que si fuéramos coherentes con ello tan sólo un
poco, el mundo entero cambiaría.
Hoy, de aquí
un rato, la imagen del Cristo pasará por las calles de Ribarroja y entrará en
la iglesia entre aplausos y aclamaciones. Es bonito, pero sobre todo hondo, muy hondo. Y si lo
pensamos bien, es la única respuesta que tenemos los hombres ante el sufrimiento
y el mal. Jesús crucificado, el soldado colgado…y la luz de la Pascua; e l triunfo definitivo
de la vida.
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