No he
hecho ninguna foto. No hago fotos a nadie sin su permiso, y en este caso me
sabe mal pedírselo. Por eso voy a describir con palabras algo bonito,
simpático, entrañable.
Hace
ya mucho tiempo veo, a menudo, a un abuelete, con su bastón, pasear despacio con
su perrito, buscando en invierno el sol y en verano la sombra. Pero desde
hace unos días, me sorprendí al ver que un nuevo personaje entraba en escena:
un gato.
Sí,
atado con una correa al perrito, pasea un gato, más grande que el chucho.
Es decir, el hombre pasea al perro y el perro al gato. Y así pasean los tres
juntos.
Está
bien pensado. El perro no se separa nunca de su amo. Y el gato, que por su
gatuno carácter podría perderse por esos mundos, aunque luego volvería, como va
atado al can, ahí está, paseando tranquilo. Y cuando no caminan, se sientan, o
se enroscan juntos.
Cada
vez que los veo no puedo evitar una sonrisa. ¡Me gusta la escena! Pienso, ¡qué
bonito!
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