¡Ya!
Ya habéis llegado. Después de cuatro días de marcha, con mil experiencias, con
esfuerzo, con la ilusión de ver que cada día estáis más cerca, habéis subido al
Monte del Gozo y habéis recorrido el último tramo, hasta la plaza del
Obradoiro, en Santiago. Y a estas horas estaréis celebrando, o habréis ya celebrado la eucaristía en la Catedral.
La
gente que lo ha hecho me dice que es difícil de explicar lo que se siente. Es
una emoción intensa que sale de muy hondo. Una alegría diferente a otras alegrías.
¡Disfrutadla! ¡Bebed esa experiencia a grandes sorbos! Y guardadla en vuestro
corazón como un tesoro de luz.
Las
personas necesitamos de esas luces íntimas para echar mano de ellas cuando
caminamos por cañadas oscuras. Muchas veces, el recuerdo cierto de que en
aquellos momentos, con mis compañeros, con mis profesores, fui feliz y todo
tenía pleno sentido, es como una linternita que me ayuda a seguir caminando en
la oscuridad.
Por
eso es importante que después de Santiago, sigáis buscando Santiagos, en
Galicia o fuera de ella, pero que sigáis buscando, andando caminos, alcanzando
metas y guardando ese momento y todo lo que os ha llevado a él como un auténtico
tesoro.
Leí
hace tiempo, en un libro de montaña, unas palabras que decían más o menos esto:
después de todo, las cimas que tan ansiosamente buscamos no son más que un
momento de violenta plenitud, pero que luego, cuando bajamos al valle, quedan en
nosotros como estrellas que volvemos a buscar, porque están siempre por encima
de las nubes, y aunque no las veamos, sabemos que están. Y en su busca
atravesaremos las nubes, una y mil veces. Hasta el final. Hasta que no haya
retorno al valle.
Sea
este Camino que habéis acabado una de esas cimas, una de esas estrellas, que
habiéndolas descubierto, habiéndolas gozado, os impulsen a seguir buscando
otras, y otras y otras, toda vuestra vida. Y que esa búsqueda os acerque cada vez más a lo único que puede dar pleno y definitivo sentido a nuestras vidas: Jesús.
No hay comentarios:
Publicar un comentario