Hacia
los dieciséis o diecisiete años me encontré, no recuerdo muy bien cómo, con Teilhard
de Chardín. Bueno, con su obra. Y aquel encuentro fue determinante en muchos
aspectos de mi vida.
Pierre
Teilhard de Chardin fue un jesuita francés, además de paleontólogo y filósofo,
que dedicó su vida a la investigación y a intentar encontrar el sentido último
del universo, de la vida y del hombre.
En
plena adolescencia me impactó. Compré y leí casi todos sus libros que aún conservo.
Recuerdo cómo me abrió la mente en muchos aspectos y cómo gocé descubriendo un
sentido al universo.
Hoy,
día del Cristo, quiero compartir, de un modo sencillo, uno de los
“descubrimientos” que hice leyendo aquellos libros.
Piensa
Teilhard de Chardin que Dios Padre, de alguna forma, crea el cosmos. A eso le
llama cosmogénesis. En ese cosmos, en algún momento, surge la vida. A eso le
llama la biogénesis. Y en el seno de la vida, tras miles y miles de años de
evolución, surge la inteligencia, lo que llama noogénesis, el hombre, capaz de
reconocer a su propio creador. Y es entonces cuando en un momento de la
historia, ese Dios Creador se hace hombre en Cristo. A esto le llama la
cristogénesis.
Fijaos.
El universo tiene un sentido. Desde el principio de los tiempos hay trazado un
camino: lo inmaterial, la vida, el hombre, Cristo. Y un destino: el encuentro
definitivo de la creación con Dios Padre, con Dios Creador, en la consumación
de los tiempos, en la Parusía. Y la fuerza que ha movido todo esa larga,
larguísima evolución, es el amor de Dios.
En la
noche de Pascua, el sacerdote prepara el cirio pascual diciendo:
“Cristo
ayer y hoy, principio y fin, alfa y omega. Suyo es el tiempo y la eternidad. A
él la gloria y el poder por los siglos de los siglos”.
Cuando cada año escucho estas palabras, recuerdo la hermosa forma de entender
la creación entera y la historia, de aquel hombre de fe y de ciencia.
Cristo.
El Cristo. La última etapa de la evolución. Él, a través de su muerte y
resurrección, lanza a la creación entera a ese futuro, situado más allá del
tiempo y del espacio, donde ya no habrá “ni muerte, ni luto, ni llanto, ni
dolor” porque lo de antes habrá pasado. Sí, Cristo da sentido pleno a todo lo creado. Una razón
de ser al hombre, una dirección a la historia, una justificación al universo entero.
Teilhard
de Chardin vivió entre los siglos XIX y XX. Ni qué decir tiene que su forma de
armonizar ciencia y religión, en aquel momento, le produjo serios problemas con
la Iglesia y el desprecio de parte de la comunidad científica. Pero el tiempo
pone todo en su sitio. Ya Juan Pablo II habló de él llamándole hijo preclaro de
la Iglesia, y hoy en día, se reconoce el valor de su labor como paleontólogo y
como filósofo.
Murió
en Nueva York, el domingo de Pascua de 1955.
yo tambien e leido varios libros de el soy un gran fan cancer de estomago el dia anterior asu muert lo paso de marcha con jovenes ademas manejaba muy bien la gitarra y tenia buena voz nadie le noto nada llego acomer con los chavales el solo sabra la musica que llevava por dentro cro que telo he con tado al gunavez la noticia de su muerte co al go de poco valor eso me ha validocomfir en el
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