Pienso
que a nadie en su sano juicio con y un mínimo sentido democrático puede alegrarle
lo que está pasando en el PSOE. Me parece algo muy grave, muy preocupante y muy
triste.
Pero
se veía venir. Hace ya mucho tiempo que se veía venir. Hace ya mucho tiempo que
el PSOE había perdido su identidad. Pedro Sánchez, con su patética incapacidad
de analizar la realidad y actuar en consecuencia, no ha hecho más que culminar
un proceso iniciado mucho tiempo atrás.
Pienso
que el PSOE debe refundarse, y éste es el momento. Basar todo su discurso en la
manida y hueca dialéctica entre derechas e izquierdas, en la promesa de un
cambio difuso y confuso y en el odio cerval e irracional al Partido Popular en quien tanta gente confía, y está en su derecho, ha sido
simplemente suicida. Y no ha habido otro discurso.
Ése
era un discurso propio de los años 30, no de la segunda década del siglo XXI. Y
eso, hoy, no es creíble. No convence. Y los ciudadanos se lo han dicho en
cuatro ocasiones consecutivas. Y no lo ha querido escuchar. Y ha roto el
partido, y tiene a España en vilo.
Deseo
profundamente que surja un nuevo PSOE de esta profunda crisis. Un nuevo partido
que dé carpetazo definitivamente a esa forma simplona y rancia de interpretar
la realidad para poder así ser capaz de colaborar en la resolución de los
grandes retos de nuestro país.
Un
partido que desde planteamientos socialistas, que no comunistas, trabaje por
una economía sólida que permita mantener el estado del bienestar y lo extienda
para todos.
Un partido
que resuelva el problema del separatismo cambiando lo que haya que cambiar en
la Constitución, respetándola, para alcanzar un modelo de estado que satisfaga
a la inmensa mayoría.
Un
partido que garantice la libertad de todos y la defienda de radicalismos de
cualquier signo que, disfrazados de demócratas y con piel de cordero,
destruirían la democracia en cuanto llegaran al poder.
Un
partido dialogante con todos, capaz de entender a los ciudadanos y gobernar
cuando así se lo digan en las urnas o pasar a la oposición si es éste su deseo.
Yo no me siento socialista, ni del PP, ni de ningún partido. Siempre he votado, y siempre lo he hecho al partido que mejor podía gobernar en ese momento desde mi punto de vista. Ahora bien, lo
confieso: Pedro Sánchez me ilusionó, pero poco a poco me decepcionó y ahora me
irrita y me cabrea. No tiene derecho, pienso yo, a hacer lo que ha hecho con el
PSOE y con España. No tiene ningún derecho.
Sin embargo, afortunadamente, este señor no es el socialismo. El socialismo es mucho más. Yo
crecí con la convicción de que el socialismo es libertad, que el socialismo es
justicia social, que el socialismo es democracia, que el socialismo es
pluralismo, que el socialismo es diálogo. Y he visto cómo, al paso de los años,
en vez de avanzar y profundizar en estos ideales, ha involucionado hacia
planteamientos y posturas de otros tiempos ya pasados.
Y esto
ha sucedido por el miedo a parecerse demasiado a eso que llaman derechas. Se
perdía la identidad y en vez de fortalecerla mirando hacia adelante lo han
hecho volviendo atrás. Creo que aquí está el error.
Pero, afortunadamente, muchos se han dado cuenta y han puesto manos a la obra, ¡por
fin! Tiene que salir un nuevo PSOE de esta crisis. Saldrá un nuevo PSOE de esta
crisis, sin duda. ¡Ojalá surja un partido sólido y vigoroso capaz de gobernar
algún día un país donde quepamos todos, un país que por fin haya asumido y
superado su propia historia!
Pero
ahora no puede gobernar. No puede gobernar con ochenta y cinco escaños,
apoyándose en quienes quieren abandonar España de modo unilateral y al margen
de la constitución y en los que, perdiendo más de un millón de votos en las últimas elecciones, prometen lo imposible ocultando el camino para
conseguirlo y las consecuencias que ello tendría. Eso no es democrático.
Lo
democrático es haber formado un gobierno de concentración con quien ha ganado legítimamente las elecciones, o pasar a la oposición. Y acabar de superar la crisis que tanto
sufrimiento ha causado, que es lo prioritario. Creo que es lo que hubiera hecho un PSOE con una
identidad clara, sin complejos y con visión de estado, con altura de miras.
Ese es
el partido que el socialismo necesita, que el juego democrático en España necesita, y con urgencia.
¡Bueno!
Es lo que pienso.
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